“The Indian Queen”, Purcell con heparina
Temporada del Teatro Real
Purcell con heparina
“The Indian Queen” de Purcell. Vince Yi, Julia Bullock, Markus Brutscher, Noah Stewart, Nadíne Koutcher. Christophe Dumaux, coreografía. Gronk, escenógrafía. Peter Sellars, dirección de escena. Teodor Currentzis, dirección musical. Coro y Orquesta de la Ópera de Perm. Teatro Real. Madrid, 5 de noviembre.
Sorprendente propuesta y sorprendente espectáculo, lleno de aciertos, de excesos, de vacíos y de extensión. Proyecto que claramente lleva la firma de Gerard Mortier. El ahora asesor artístico del teatro es hombre de ideas, de ideas y de amigos fijos –Sellars, Currentzis, etc- y ello queda clarísimamente reflejado en “The Indian Queen”. La filosofía de Mortier naufraga en propuestas como “Macbeth” o “Don Giovanni” para encajar en esta ocasión. Otra cosa es que para asistir a este bello espectáculo convenga haberse puesto antes una inyección de heparina.
Sorprende que Mortier prefiera ofrecer en concierto una ópera como “Dido y Aeneas” y en cambio ponga en escena una partitura, de la que Purcell dejó escrita menos de una hora, a base de encargar a la nicaragüense Rosario Aguilar la creación ex profeso de un texto sobre la maldad de los conquistadores españoles con los indios que otorgue contenido argumental y dramático a una obra que carece de él. A esos 45 minutos de música se añaden los citados textos, absurdamente recitados en un inglés con pronunciación macarrónicamente latina, y muchas otras músicas del autor, con textos que nada tienen que ver con “The Indian Queen”, hasta alcanzar casi tres horas y media de duración. Para colmo se inicia con un ballet lleno de silencios. Peter Sellars no ha sido consciente de límites a la hora de “componer” su espectáculo. Por cierto, ¿alguien cobra derechos? ¿Quién y cuánto? Y, puestos a hacer preguntas ¿a qué responde este afán al iniciar temporada con dos alegatos contra la actuación de los espeñoles en latinoamérica? Porque “La conquista de México iba de lo mismo. ¿Tan mal nos ve Mortier en la historia?
Dicho lo cual, también hay que decir que el espectáculo reune mucha belleza, enorme plasticidad en una pobreza que, a pesar de todo, se siente. No estamos ante una ópera sino ante una propuesta multimedia, con unos parcos pero coloridos decorados expresionistas, una correcta iluminación, una coreografía reiterativa y un adecuado manejo actoral. Sorprende la calidad de los conjuntos de la Ópera de Perm: los solistas, la orquesta bajo la animada y matizada dirección de Currentzis, y muy especialmente un coro al que se deben los mejores momentos de la función. Curioso que esta coproducción con Perm, la decimotercera ciudad en población de Rusia, y la English National Opera sea la única con un teatro extranjero que se anuncia en la web del Real. ¿No habíamos logrado estar en primera línea internacional? En otros tiempos se coproducía con el Covent Garden, Viena, París o la Scala.
El Real registraría al inicio unos ¾ de ocupación, drásticamente reducida tras el descanso. El público, que posiblemente disfrutó con las casi dos horas de la primera parte, no contaba con terminar a media noche. Hubo unos cinco minutos de aplausos al final y algunos, escasos, abucheos a Sellars. No se los merecía por su trabajo, pero quizá a los espectadores no les agradó la maltrecha imagen de los conquistadores ni la excesiva duración del espectáculo, cuya monotonía final no pudo evitar ni la maravillosa música de Purcell ni su buena interpretación. Escrito todo lo cual, quien aquí firma disfrutó la representación. Gonzalo Alonso
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