Christian Thielemann: “Le ha dado mi vida a la música”
Christian Thielemann: “Le ha dado mi vida a la música”
El maestro inauguró el Festival de Bayreuth el pasado 25 de julio con un concierto de cámara en la Villa Wahnfried que se retransmitió por radio
De pequeño cantaba para espantar miedos. Hoy, aunque considera que su voz ya no tiene la misma belleza de cuando era niño, Christian Thielemann no ha dejado de cantar, pero por dentro. Por ello respira con los cantantes y con sus músicos, con los que ha generado un sistema de gestos con los que entenderse en un movimiento.
Su trayectoria como director de orquesta comienza a gestarse en una infancia en la que fue más importante el Clave bien temperado de Bach que correr en un día soleado. En conciertos 3 ó 4 veces a la semana con sus padres. En el piano antes que en la escuela, con clases de música de cámara e instrumento después del colegio: “le di toda mi juventud, toda mi vida al arte”, confiesa el director en una entrevista para el diario Süddeutsche Zeitung Magazin.
La fuerza con la que vivió la música fue diagnosticada por lo médicos en 2005 como estados de agotamiento, inestabilidad y ligeras crisis nerviosas, que Thielemann justifica por la intensidad de sus emociones: “La naturaleza me ha dado un regalo y una maldición: experimento la música y algunas situaciones con tanta intensidad que me quedo sin palabras. Normalmente puedo controlarlo, pero no cuando estoy frente a la orquesta. Ha habido actuaciones en las que he pensado que me iba a dar un ataque al corazón”, declara.
A sus 61 años, Thielemann confiesa sentirse amedrentado por el podio, como describe en su libro Mein Leben mit Wagner, publicado en 2012. Esta sensación, explica, la comparte con su soprano más querida, la americana Renée Fleming: “Con ella acordé mirarnos durante 5 segundos antes de un concierto. Luego respiramos profundamente y comenzamos. Así vencemos el nerviosismo animal”. “Hay una armonía instantánea entre los dos”, continúa, “siento como si estuviésemos tallados en una misma pieza. Dos dobles genéticos que se entienden sin palabras. Tanto es así que al salir del escenario nos mantenemos a distancia para no romper este vínculo”.
Esta misma conexión despertó con Wagner, de quien escuchó Parsifal y Tristán a los 13 y 14 años: “Es como si hubiese estado vacío hasta entonces”. Thielemann es el director que más veces ha actuado en Bayreuth, 179 en total. Le sigue Barenboim, con 161 actuaciones, Peter Schneider con 150 y Horst Stein con 140.
Allí debutó en el año 2000 y en 2015 Katharina Wagner, bisnieta del compositor y directora del festival, le nombró director musical. Sobre ella, Thielemann reconoce especialmente su coraje, voluntad y flexibilidad con los directores invitados.
Las condiciones del edificio, que alcanza altas temperaturas en su reducido foso, le enseñaron que el gesto condensado no implica una dirección menos efectiva sino todo lo contrario: “Dirigir es lo contrario a la democracia: cuanto mayor sea la orquesta, más precisas deben ser las indicaciones del director. Esto no implica que sus miembros no tengan derecho a opinar al respecto, deben tener voz al elegir a su titular. En mi caso, vivo a través de mi orquesta como la orquesta vive a través de mí”.
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