Thielemann en estado de gracia
DAS RHEINGOLD (R. WAGNER)
Semperoper de Dresde. 15 Octubre 2016.
Desde que Christian Thielemann se hizo cargo de la dirección de la Staatskapelle Dresden somos numerosos los aficionados extranjeros que nos damos cita en la Semperoper cada vez que él está en el foso. Normalmente, sus actuaciones están relacionadas – antes o después – con las de los Festivales de Salzburgo. Este año serán tres las óperas que Thielemann dirigirá en Dresde. En primer lugar, Das Rheingold, que es la que ahora nos ocupa, seguirá Siegfried en Enero y, finalmente, llegar el turno al Otello verdiano en el mes de Marzo. Una vez más los pasillo y salones de la Semperoper parecían la Torre de Babel, donde no faltaba un grupo de aficionados bilbaínos.
Escena
Dresde nos ha vuelto a ofrecer la producción de Willy Decker, cuyo estreno tuvo lugar en el año 2001, siendo una coproducción con el Teatro Real, donde se pudo ver al año siguiente. La producción nos muestra en el escenario un patio de butacas, por donde andan los artistas (por cierto con algunas dificultades), convirtiendo el fondo en un escenario, que es donde se desarrolla la trama. Es decir, estamos una vez más ante la puesta en escena del teatro dentro del teatro, lo que no es muy original. Digo lo de original, porque es evidente que el regista lo ha querido ser, ofreciéndonos a los protagonistas como actores, unos más fáciles de identificar que otros. Freia podía ser Jean Harlow, mientras que los gigantes podían ser identificados con Stan Laurel y Oliver Hardy. Las Hijas del Rhin eran calvas, además de poco atractivas y no vimos ni dragón ni sapo en la escena de las transformaciones de Alberich. El apilamiento del oro como pago a los gigantes resulta casi patético, teniendo que recurrir a que Freia se agache para que el oro la cubra. La citada escenografía se debe a Wolfgang Gussmann, mientras que el vestuario es un tanto atemporal y obra del propio Wolfgang Gussmann y Frauke Schernau. Al final uno se da cuenta –como tantas otras veces – que en las producciones escénicas no hay que distinguir entre tradicionales y modernas, sino entre buenas y malas, y ésta no pertenece a las primeras.
Como digo al principio de esta crónica, el gran foco de atracción de este Oro del Rhin era la presencia de Christian Thielemann al frente de la dirección. Como ocurre casi siempre con sus actuaciones, el viaje ha merecido la pena, más allá de la producción y de algún borrón en el reparto. Confieso que para mi existen dos directores, cuya presencia en un foso justifica cualquier viaje y tengo el pleno convencimiento de que, pasados los años, se les va a echar muy en falta. Me estoy refiriendo a Christian Thielemann y a Kirill Petrenko. He tenido la suerte de asistir a Das Rheingold con ambos y no sabría con quién quedarme. La dirección de Christian Thielemann fue magnífica, digna de las mejores grabaciones de la historia de la ópera y la actuación a sus órdenes de la Staatskapelle Dresden no sabría si calificarla de prodigiosa o milagrosa. Les contaré una anécdota. En la entrada de los dioses en el Walhalla se produjo un apagón en el foso, dejando con luz únicamente al director. Aquello duró un par de minutos y no se notó, ya que los músicos siguieron tocando como si tuvieran las partituras en sus cabezas. En resumen, una gran noche musical.
Escena
Podemos discutir sobre quién es el personaje más importante de esta ópera y la discusión se centraría en Wotan, Alberich y Loge. Los tres tienen una enorme importancia y en esta ocasión fue precisamente Wotan el que hizo agua. Su intérprete era el barítono alemán Markus Marquardt, muy habitual en Dresde. No tengo claro si no se encontraba bien (no hubo aviso de indisposición) o si ha entado en un claro declive. Todavía el año pasado le pude ver en el Wotan de Die Walküre, también con la dirección de Christian Thielemann, y me pareció un dios limitado, pero aceptable. En esta ocasión su actuación ha estado claramente por debajo de la de entonces.
En cambio, el barítono polaco Tomasz Konieczny fue un estupendo Alberich. Sin duda es hoy en día uno de los mejores intérpretes de este malvado personaje, resultando muy adecuado tanto vocal como escénicamente.
Kurt Streit fue un Loge muy adecuado tanto en términos vocales como escénicos, dando perfectamente la imagen de este sibilino semi-dios. El otrora estupendo tenor mozartiano se ha convertido en un notable tenor para este tipo de personajes. Me gustaría volver a verle en un Idomeneo, ya que su evolución vocal no es tan grande, sino que su cambio de repertorio estoy convencido que se debe a otros motivos.
Intachable, como siempre, la mezzo soprano Christa Mayer en la parte de Fricka. Esta cantante, muy habitual en Dresde, es una auténtica garantía vocal y escénica en los personajes que interpreta.
Escena
Los Gigantes fueron bien cubiertos por Georg Zeppenfeld (Fasolt) y Ain Anger (Fafner). El primero es una auténtica institución en Dresde y siempre resulta intachable en sus actuaciones. El bajo estonio es un lujo, aunque le he visto mejores actuaciones que ésta..
Ronnita Miller lo hizo bien en la parte de Erda, sustituyendo a la anunciada Janina Baechle. Ofreció una voz amplia y buenas dosis de misterio en su monólogo.
En los personajes secundarios Ann Petersen lo hizo bien en Freia. Gerhard Siegel fue un intachable Mime. Más bien modesto el Donner de Michael Kraus y un tanto corto de poderío el Froh de Daniel Johansson.
Las hijas del Rhin fueron adecuadamente cubiertas por Christiane Kohl (Woglinde), Sabrina Kögel (Wellgunde) y Simone Schröder (Flosshilde).
El teatro estaba casi lleno, pero no totalmente, con una entrada de alrededor del 95 % de su aforo. El público dedicó una recepción entusiasta a los artistas, especialmente a Christian Thielemann y a Tomasz Konieczny.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 22 minutos, sin intermedios. La duración ha sido 15 minutos más larga que la de Barenboim en Junio y 6 minutos más lenta que la de Kirill Petrenko en Munich. Nueve minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 150 euros, habiendo butacas de platea desde 99 euros. La entrada más barata costaba 36 euros. José M. Irurzun
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