Elektra: tiempos de reivindicaciones
Tiempos de reivindicaciones
Reivindicación una. La gran música. Porque se está convirtiendo en hábito malsano tragárselo todo, consumirlo todo, asistir a todos los conciertos sea cual sea la propuesta. Tras el eufemismo ese de ´música de repertorio´ o, lo que es peor chantaje, de ´repertorios infrecuentes´ aparecen obras que no tienen ningún valor o solo el valor que aporta la reiteración de opiniones doctas que, a fuerza de ser repetidas, la gente acaba creyendo. Reivindico la programación de la auténtica música grande, aun reiteradamente, porque la calidad musical es directamente proporcional a la cantidad de veces que uno debe escucharla si quiere llegar a comprenderla y, por consiguiente, disfrutarla. Todos los días deberíamos escuchar, por ejemplo, un poquito más de Bach, y algunos menos interminables frescos sinfónicos de moda, tan cargados de moralinas diversas que al final la única huella real que dejan en nuestros corazones es la propia amargura que nos producen nuestras autoafirmaciones más débiles y manidas.
Ningún peligro corremos para que nada de esto nos suceda si este viernes nos dejamos caer por el Auditorio Nacional para escuchar una música que en principio es también para ver pero que en este caso solo escucharemos: la ópera Elektra, de Richard Strauss. Si esta obra maestra absoluta y música moderna donde las haya fuera una película, diríamos que se trata de un film de soberbio guion, y por consiguiente espectacular resultado. Elektra es una obra muy violenta, pero su violencia está explicada por unos personajes que en ningún momento pierden su capacidad para comunicar al resto sus porqués. Es una ópera de texto, pero al servicio del cual se pone una música compleja y hermosa que nunca quiere adueñarse del mensaje literario pero que estalla con una fuerza arrolladora. Fue una colaboración primeriza de Strauss con Hofmannsthal, estrenada en 1909, solo cuatro años después de Salomé, esta con el texto homónimo de Wilde. Realmente, es difícil afirmar que Elektra supone una vuelta de tuerca más, tras la adaptación del texto del escritor irlandés, pero sí de formidable modernidad en el lenguaje, que pasa de la sutileza espesa de los colores de la luna como elemento sensual y necrofílico de Salomé a la negrura total de la noche transmutada en odio ancestral, venganza y muerte. De un post-wagnerismo de casta a un pre-expresionismo de increíble e irrepetible altura en su género, se podría decir.
Reivindicación dos. Ópera en concierto. Nadie que esté en su sano juicio podría ir en contra de la ópera escenificada; por la propia naturaleza del género. Pero quizá hay un debate que dura ya mucho acerca de lo contrario: acerca de si es lícito o no escuchar la ópera sin tener que verla sobre un escenario. A mi entender, hay dos factores que han jugado un papel muy importante en ese debate. El primero, la caída del disco; y el segundo, una especie de filón descubierto fuera del mundo de la ópera, protagonizado por directores de teatro o cine que se han ido apuntando a la dirección escénica aportando a la ópera un plus que antes (¿antes? ¿cuánto de antes? ¿cuándo solo mandaban los cantantes y los directores musicales?) no tenía. Al desaparecer el disco, se pierde la referencia musical pura (el DVD es una trampa, porque solo se ve lo que el realizador quiere, no lo que el receptor desea); y al irrumpir el director de escena como elefante en cacharrería la música, la parte musical de la ópera, al fin y al cabo la madre del cordero de la ópera, corre el peligro de devaluarase. Lo que es una auténtica barbaridad, solo arreglable desde los despachos de los intendentes de los teatros de ópera, la mayor parte excesivamente seducidos por espectaculares propuestas visuales, pero fuera de lugar. ¿Qué quiere decir fuera de lugar? Pues sencillamente que, en el mejor de los casos, crean una acción paralela a la planteada por el autor de la obra, que en demasiadas ocasiones se nos vende como una interpretación nueva de lo que ya es inexorablemente viejo. Este es el fondo en el cual quiero plantear mi reivindicación: de vez en cuando es conveniente volver a la música de una ópera olvidándose de lo demás: regresar a una buena versión de una ópera en concierto; y decir sí a que se repita más veces, incluso no ya en los auditorios sino en los propios teatros de ópera.
Reivindicación tres. El director musical de este concierto. Como estoy francamente asustado con algunas cosas que veo suceden en el mundo, quiero aprovechar esta ocasión para referirme a los artistas que sin ser nativos en los países donde trabajan de forma estable lo hacen sin que nadie se meta con ellos. En España ha reinado durante bastante tiempo un rancio nacionalismo al respecto que afortunadamente parece estar bastante superado, pero que temo vuelva a surgir en los difíciles momentos que viven esas personas. Si alguien estuviera pensando que juego a ser una Meryl Streep en pequeñito, acertará: estoy orgulloso de que un director alemán sea el titular de la Orquesta Nacional de España. ¿Saben por qué? Porque es buenísimo. Además de alemán, mire usted por dónde. Recuerdo todavía su versión de El holandés errante, y les aseguro que he escuchado a muchos directores alemanes hacer una muy peor versión. Haría una reivindicación parecida si fuera sirio, pongo por caso, pero eso me temo que en los próximos años va a ser poco probable.
Cierro mi lista de reivindicaciones, comentándoles que hay muchas otras razones para recomendarles la asistencia a esta Elektra en versión de concierto. Por ejemplo, comprobar una vez más que la ONE sigue en el buen camino de convertirse en una agrupación de auténtica primera clase. O también que el trío de damas que se ha contratado para el evento ( Lise Lindstrom como Elektra, en la foto de arriba en un montaje de la Ópera de Montreal; Anna Larsson en Clytemnestra y Manuela Uhl en el rol de Chrysothemis) es de una importante solvencia. Las tres son especialistas en el repertorio alemán, léase Wagner y Richard Strauss. Pedro González Mira
STRAUSS: Elektra. Lise Lindstrom, Anna Larsson, Manuela Uhl, Robert Künzli, Andrew Foster, etc. Coro y Orquesta Nacionales de España. Dir.: David Afkham. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Viernes 20, 19.30. Entre 11 y 37 €. Domingo 22, 18.00. Entre 11 y 27 €.
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