Tiernamente hermosa
Tiernamente hermosa
Concert de Nadal. Orquestra Filharmònica de la Universitat de València. Coro de Mujeres A Cau d’Orella. Escuela Coral La Nau de la Universitat de València. Escuela Coral de La Eliana. Escuela Coral U. M. Almansa. Schola Cantourm de Aldaia. (Mònica Perales, Christian García, Pilar Silvestre, José Manuel Delicado y Carmen Jarillo, directores). Director: Hilari Garcia Gázquez. Programa: Obras de Chaikovski, Brahms, Dvořák, Borodín, Guinovart y Edo Biol. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1700 personas (lleno). Fecha: Domingo, 17 de diciembre de 2017.
Todo pintaba irrelevante. El programa era un cajón de sastre modelo clásicos populares que mezclaba páginas hiperpopulares (danzas húngaras de Brahms, eslovacas de Dvořák y cosas así) en la primera parte del programa con dos desconocidas obras contemporáneas en la segunda: Suite navideña de Albert Guinovart, y Muñeco de nieve, de la valenciana Amparo Edo Biol (1988), programada con carácter de estreno absoluto. El Palau de la Música, abarrotado de público mozalbete que escuchaba encantado de la vida a su Orquestra Filharmònica de la Universitat de València, fue testigo de las ganas con que los jóvenes melómanos aplaudían al final de cada pieza. Se lo estaban pasando tan en grande como sus propios compañeros músicos, dirigidos con su acostumbrada solvencia por Hilari García Gázquez.
Tras la pausa de esta convencional primera parte, comenzó la aproximación a la gran sorpresa. Primero, y como imprevista telonera, la pegadiza y coloreada Suite nadalenca, compuesta para coro infantil y orquesta por el barcelonés Albert Guinovart (1962) a partir de cinco villancicos tradicionales catalanes. Finalmente, desde el silencio, llegó el inédito Muñeco de nieve. Fascinante inicio, con unos pajarillos cantando muy muy bajito, con sonido de difícil localización, pero que procedía de donde se ubica el coro del Palau de la Música, en esta ocasión atestado de coristas que apenas rondarían los diez años o menos, y que movían lentamente los brazos como queriendo atrapar a los invisibles pajarillos cantores. La sonoridad en pianísimo, luego expandida a la cuerda, y al resto de la orquesta, con la tímbrica mágica de la celesta muy presente, delataba una sensibilidad excepcional y un dominio no menos singular de los registros sonoros, de sus tonalidades y matices infinitos.
Amparo Edo Biol ha creado a sus 29 años una obra tiernamente hermosa que es maestra desde su primera nota. Una composición que destila ternura, inspiración y oficio creativo. El crítico no conocía a tan genial y joven compositora. Luego, impresionado por su talento y su contagiosa imaginación creativa, preguntó y bicheó en internet. Supo así que había sido trompa de la propia orquesta universitaria, que luego estudió composición con Andrés Valero, Gregorio Jiménez y Enrique Sanz-Burguete, y finalmente se fue a Boston, donde se graduó “Summa Cum Laude” en el Berklee College of Music tanto en dirección de orquesta como en Música de cine. En la actualidad reside en Los Ángeles.
Su maravilloso Muñeco de nieve es más que música navideña para niños. Como tantas composiciones infantiles –Bartók, Chaikovski, Debussy, Montsalvatge, Schumann…-, trasciende ese mundo concreto para ensanchar su inocencia y adquirir rango de obra maestra. La utilización de las voces blancas, sin tratar de sacarlas de su propia naturaleza; la mixtura con las individualizadas sonoridades orquestales y también en su conjunto, y el planteamiento sencillo pero intensamente eficaz, directo y sin vericuetos, convierten a esta obra en un ejemplo admirable de inspiración y dominio creativo. También en un perfecto ejercicio de adecuación del artista a un objetivo específico sin por ello caer en la rutina. ¡Genial!
Este estreno no hubiera resultado tan excepcional sin el más que notable protagonismo de los diversos coros y escolanías que en él han participado. También ¡cómo no! de la Orquestra Filharmònica de la Universitat de València, cuyo entusiasmo, vitalidad y disponibilidad son siempre un ejemplo para los grandes conjuntos sinfónicos profesionales. Y de su maestro titular, Hilari Garcia Gázquez (La Pobla Llarga, 1975), director siempre solvente y eficaz, de profesionalidad a prueba de bomba. Fue, en definitiva, un concierto redondo y feliz, felizmente concluido fuera de programa en plan vienés y navideño: primero con la Marcha Radetzky rítmicamente bien palmeada por todo el público y luego con un tierno Noche de paz que cerró definitivamente tan inesperada velada. Justo Romero
Crítica publicada en el diario Levante el 19/12/2017
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