TODO EL ESPLENDOR DE UN GRAN ARTISTA
La mejor imagen para describir al Carlos Álvarez escuchado el miércoles en Telde sería esplendor. Todo brilla poderosamente en el canto del internacional barítono malagueño: la voz, en el punto soñado de impostación, esmalte y riqueza de armónicos; la técnica, que controla registros de tesitura y volumen, emisión, resonadores y proyección como un mecanismo de relojería; y la expresión, madura y poliédrica en línea de estilo impecable y comunicado con la más perfecta musicalidad.
Guillermo García-Alcalde. La Provincia 8 septiembre 2006
Han sido varias las ocasiones anteriores de gozar en la Isla de esta voz excepcional desde su debut en 1990 (Certamen Alfredo Kraus, Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Amigos Canarios de la Ópera, Festival de Música de Canarias…), pero su sonoridad y belleza están ahora en el apogeo, muy por encima de una discografía que no le rinde justicia. La temporada ACO de 2008 nos lo devolverá nada menos que con Macbeth de Verdi, capolavoro de su repertorio. Pero hay que conseguirlo en vivo cuantas veces sea posible. Aunque una voz bien tratada dura mucho, es más corto el tiempo en que lo tiene absolutamente todo. Y ése es el tiempo actual de nuestro gran artista, con quien tan sólo Bryn Terfel resiste parangón. Supremos ambos en la infrecuente dualidad de Mozart y Verdi, el galés ha tomado la delantera en Wagner, tierra prometida para el malagueño porque hay barítonos wagnerianos que parecen escritos para su fuerza, color y fiato.
Con un punto de reverberación aceptable, la abarrotada basílica teldense de San Juan fue escenario del acontecimiento. Pese al calor de un espacio sin climatizar, era evidente el placer del cantante, volcado a tope desde la primera entonación hasta el último de los tres bises concedidos. El público braveaba puesto en pie y todo el programa español fue una fiesta.
¿Es idónea la vocalitá de Carlos Álvarez para las canciones linealmente armonizadas por Federico García Lorca? Tal vez no, pero su calidad de intérprete seduce más allá del acento popular no escuchado. La pregunta es meramente académica tras la suntuosa lectura de siete melodías tradicionales que han inspirado versiones tan numerosas como disímiles. Las cuatro canciones que seguían en el programa, escritas por Miguel Ortega sobre poemas lorquianos, necesitan -ya claramente- del talento y el lujo vocal de un Carlos Álvarez para redimir su escritura retrógrada, su vulgaridad y el prosaísmo de una línea melódica que silabea el texto sin ideas para sostener la longitud. La entidad y la nobleza dimanaron de la privilegiada voz.
La segunda parte, dedicada a grandes romanzas baritonales de zarzuela, fue un alarde. Valentía y aguda brillantez en la de Don Gil de Alcalá de Penella, perfección de tempo con todos los riesgos asumidos y vencidos en la de Luisa Fernanda de Moreno Torroba, generosidad expresiva en la de El guitarrico de Pérez Soriano, cénit de poder y emoción en La canción del olvido de Serrano, y espectacular fiato en el control de los reguladores para La del Soto del Parral de Soutullo y Vert.
Acompañado siempre con vitalidad y precisión por el pianista Rubén Fernández Aguirre, correspondió Álvarez al fervor del público con el zortzico de El caserío de Guridi, otra romanza de Luisa Fernanda y un dueto de La del manojo de rosas compartido con la joven soprano grancanaria Alba Serrano, desinhibida y brillante en su réplica al divo.
Gran experiencia en todos los sentidos, por la que felicitamos al Ayuntamiento de Telde con el entusiasmo que merece su espléndido ciclo Vive la lírica. ¿Cuándo abrirá el ya indispensable Palacio de las Artes?
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