Todos corruptos
Comisión de investigación por aquí, comisión de investigación por allá. Todas por la corrupción. Sí, al parecer, todos corruptos, el que más y el que menos. Verdi termina su vida musical cantando “todos cornudos”. Lo expresa en su última partitura operística, en su testimonio musical, en Falstaff, la ópera que prefieren los eruditos frente a ese Otello por el que se decantan los aficionados. Por algo lo escribiría, aunque yo no sepa porqué. Si en cambio se por qué yo empiezo hoy con “todos corruptos”. Simplemente porque, en los tiempos de corrupción en los que vivimos, me siento gili. Veamos.
Si no estoy soñando, vivimos en un país en el que un señor da un crédito a otro con el que mantiene estrechas relaciones. Este ni se lo amortiza ni le paga los intereses millonarios. Un día llega a ser muy importante y entonces aquellos son barridos del mapa mientras reclama céntimos a los demás deudores. Poco después el prestatario le pide ayuda para hacerse más rico haciéndose con una empresa y el favor es concedido.
Todo muy normal entre particulares, pero no entre cajas de ahorros, partidos políticos, dinero ajeno – “El dinero público no es de nadie”, ¿se acuerdan? Lo dijo quien ahora preside el Consejo de Estado- y papelitos para pagar la compra. Y, ya ven, que me remonto a tiempos pasados, por no acercarme a esos actuales de los que, estoy convencido, están ustedes hartos de que se los echen en cara unos y otros pensando que el pueblo somos tontos. Y el pueblo, no es que sienta la tentación de hacer lo mismo, sino que cada día va sintiendo más la obligación de hacerlo.
¿Cómo vamos a criticar entonces que un crítico musical firme un contrato con un teatro por cinco veces más de lo que cobra en su periódico, insinúe que desde su medio conseguirá aumentar las subvenciones oficiales para el teatro y siga escribiendo en su diario las críticas de las funciones del mismo? ¿Les suena? Pues sucedió. Los viejos del lugar lo recordarán.
No, cómo voy a criticar yo eso con la que está cayendo, pero lo que no quiero es ser yo un gili y además que se note. Aún recuerdo mis dos conferencias anuales con muchas horas de preparación y cediendo mi remuneración a “Mundo en armonía”, una ONG que presidía la princesa Irene, mientras….
Y ahora, recurriendo a Wagner, permítanme que acabe pecando en mi comentario final igual que Tannhäuser, a quien Venus logra finalmente corromper, y que me arriesgue a que, si alguno lo desea, me exilie a Roma para purgar mis pecados como el protagonista de la ópera. A ver, ¿Por qué los críticos no vamos a poder comentar los conciertos cuyas notas al programa redactamos y cobramos? ¿Por qué no vamos a poder organizar seminarios, impartir conferencias, etc. y antes o luego alabarlas en nuestros artículos? No seré yo quien, como en el pasado, lo vuelva a criticar si España, con la que está cayendo, ya no se escandaliza de nada.
No amigos, todos corruptos. También los músicos. Eso o tontos. Primavera nueva, vida nueva. A estas conclusiones he llegado tras cuatro días retirado a la reflexión, porque yo tengo la suerte de que me puedo permitir aislarme para pensar. Y, ustedes, ¿qué piensan de cuanto nos rodea?
¡¡¡ BRAVO GONZALO !!!
LIBRE EJERCICIO DEL DERECHO CONSTITUCIONAL DE EXPRESIÓN.