Tosca en la Scala, más expectación que arte
Tosca en la Scala, más expectación que arte
¿Quién si no los italianos pueden amar la ópera? Como todos los 7 de diciembre, la fiesta de San Ambrosio, la Scala se viste de gala para su apertura de temporada. Este año con la “Tosca” de Puccini, un título con el que María Callas hizo historia teatralmente y Montserrat Caballé vocalmente. Nadie como la primera supo reflejar el dramatismo de la ópera y nadie como la segunda supo cantar el célebre “Viví para el arte” con mayor belleza en pianos y filados. Anna Netrebko, la diva de nuestros días, ha puesto su granito de arena en la historia del título, pero sólo un granito y con mayor proximidad a una Renata Tebaldi que a las dos citadas.
Pero Italia se ha volcado con la Scala. En el palco presidencial estuvieron Sergio Mattarella, el presidente de la República, el presidente del Senado y el alcalde de Milán. Entre los espectadores, aparte de Alexander Pereira, que dejará en breve el puesto de director de la Scala, los diseñadores Domenico Dolce y Stefano Gabbana, Maria Elena Boschi, Elodie, Marracash, la senadora Liliana Segre, Francesca Barra con Claudio Santamaria, etc. Toda Italia y también muchos cines de todo el mundo pudieron seguir el espectáculo. La RAI lo retransmitió y logró nada menos que un share del 15% y casi 3 millones de espectadores. Todo un record que superó al anterior de “Madama Buttterfly” hace tres años. Puccini se lleva la palma.
Anna Netrebko tuvo que hacer frente al poderío orquestal que imprimió Riccardo Chailly, pero el caudal de su voz le permitió salir airosa. Fue muy aplaudida tras su emblemática aria, con nota prolongada y ralentizada antes de “¿Por qué me remuneras así?”, pero sin poder epatar a Caballé en el piano de la nota final. Impactante “Yo le perdono”, tras asesinar a Scarpia, el jefe de la policía y menos el “Ante él temblaba toda Roma”. Esta vez no la acompañaba su marido, Yusif Eyvazov, sino Francesco Meli, el tenor de moda. Su Cavaradossi tuvo detalles, solventando con musicalidad aquellas frases en donde Miguel Fleta o Franco Corelli exhibían fiato y medias voces. Su grito de “¡Vittoria!” durante el interrogatorio pasó sin pena ni gloria. Plácido Domingo nos enseñó que para el papel basta la musicalidad y un buen centro, pero el de Meli está muy abierto. Lucca Salsi, bastante vociferante, quedó bien lejos de sugerir la lujuria o el poder del Scarpia de un Tito Gobbi. Chailly y Davide Livermore tuvieron mucho que ver en todo ello. El primero por el exceso de decibelios, por más que resaltase frases orquestales nunca sentidas. La ciudad, su arquitectura, los ambientes, todo está escrito en una música que ha de envolver al espectador, pero no lo hizo. El segundo por centrarlo todo en los decorados apabullantes olvidando la dirección actoral. Esta es la historia de una cantante sensual y celosa, que primero cae en una trampa y luego en el chantaje sexual hasta desembocar en un rosario de muertes, incluida ella misma, en un suicidio que ha de parecer el de una diva. Tosca es una diva que actúa, que ha de caminar por el escenario como tal, pero Livermore no lo supo ver porque estaba demasiado pendiente de la maquinaria cinematográfica.
En fin, que toda Italia pudo ver un espectáculo en parte fallido pero envuelto en un precioso celofán. Hubo quince minutos de aplausos al final, muy lejos de los cuarenta que se vivieron hace años en Munich cuando cantaron Raina Kabaivanska, Domingo y Sherril Milness. Por cierto, lo mejor de la noche la entrevista de la RAI en el primer entreacto a Kabaivanska. No quiso dar su opinión sobre Netrebko pero, explicando lo que es Tosca, lo decía todo. Gonzalo Alonso
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Vi la función, vía satélite, transmitida por la RAI. En las tres voces principales no encontré a Tosca, ni Cavaradosi, ni a Scarpia. Me pareció un ‘bolo’ mercantilizado. Se notó que Pereira ya tiene la mano en la manilla de salida. ¡Qué raro lo der Chailly!, ¿verdad?