Toulouse: Dmytro Popov, un tenor muy prometedor en “Baile de máscaras”
UN BALLO IN MASCHERA (G. VERDI)
Théâtre du Capitole de Toulouse. 30 Septiembre 2014.
El Capitole inaugura su temporada de ópera con este título verdiano, que es el prólogo a una temporada interesante, en la que destaca especialmente el programa doble que se ofrece en Noviembre y que está compuesto por títulos de Benjamín Britten, que normalmente se dan separados y como entrega única cada uno de ellos. Me refiero a Owen Wingrave y The Turn of the Screw, que supondrá visita obligada a Toulouse. Aparte de este díptico, hay que destacar la presencia en la programación de Tristan und Isolde y de Esponsales en el Monasterio, la deliciosa ópera de Prokofiev. A esto añadirá en el período navideño Doña Francisquita, en la producción de Emilio Sagi, que fue adquirida por el Capitole al Teatro de la Zarzuela en tiempos de Nicolas Joel. Esperemos que mis próximos viajes a Toulouse sean más normales que éste, ya que ha sido toda una odisea, debido a inundaciones.
El resultado de la función inaugural de la temporada ha tenido altibajos en todos los aspectos, pero ha habido cosas interesantes, especialmente en el apartado vocal.
Para la ocasión el Capitole ha encargado una nueva producción a Vincent Boussard, en coproducción con la Ópera de Nürnberg, y cuyo resultado es tan anodino y plano como suelen ser casi todos los suyos. El director de escena francés suele presentar como un activo importante la presencia de Christian Lacroix como figurinista, pero se me antoja insuficiente para toda una producción. Estamos ante una producción minimalista con escenografía de Vincent Lemaire, que desarrolla casi toda la acción en un
escenario único, con tres paredes cerradas, añadiendo algunos escasos elementos de atrezzo para intentar cambiar la atmósfera de cada escena. Únicamente, resulta algo diferente la escena del Baile de Máscaras, en el que hay luz, vestuario colorista y una gran lámpara. El ambiente oscuro, salvo la escena final, no está suficientemente aprovechado por el responsable de iluminación, Guido Levi.
En una producción minimalista la dirección escénica es fundamental, pero esta producción hace agua por todas partes. La acción parece trasladarse a tiempos actuales, a juzgar por vestuario, no faltando originalidades bastante absurdas, como sacar un numeroso coro de jovencitas vestidas con pijamas en la escena de Ulrica, por no hablar de los disfraces de los cortesanos en la misma escena, que van vestidos con abrigos actuales y… golilla, lo mismo que Riccardo, aunque poco antes él pide que le consigan un disfraz de pescador. El supuesto baile de máscaras no es tal, ya que las máscaras apenas existen, y más bien responde a un baile de disfraces, al que curiosamente Riccardo asiste sin disfraz. La dirección de masas es inexistente y la de actores no pasa de hacer que los solistas actúen de manera totalmente estática, dejando la expresividad mucho que desear. Ni siquiera el vestuario de Christian Lacroix resulta muy atractivo en la ya comentada escena final.
El director israelí Daniel Oren estuvo a los mandos de la dirección musical y su lectura resultó francamente buena, llena de energía, como suele ser habitual en este maestro, que volvía a Toulouse dos años después de haber dirigido con éxito Il Trovatore. A su dirección le pudo faltar algo de continuidad en su intensidad. No cabe duda de que sus brazos, como aspas de molino, sus saltos en el podio e incluso sus bufidos resultan más superficiales y hasta molestos que otra cosa, pero lo cierto es que su dirección tuvo hálito verdiano, con algunos excesos de volumen, sacando un estupendo partido de la
Orchestre National du Capitole. Buena también la actuación del Coro del Capitole, al que he encontrado mejorado.
Riccardo fue interpretado por el tenor ucraniano Dmytro Popov, que fue lo más destacado del reparto, dejando una impresión muy positiva. A sus 33 años tiene un magnífico porvenir por delante, si cuida su repertorio. No recuerdo sino una actuación suya en España, que tuvo lugar en el Festival del Escorial hace unos 8 años. Se trata de un tenor lírico, con voz amplia, bien timbrada y gran homogeneidad de registros, con la ventaja adicional de que su tercio agudo se abre muy bien y que resulta un cantante expresivo, que sabe matizar, cuando la ocasión lo requiere. No hay muchos intérpretes de este rol con su calidad y creo que no debería frecuentarlo en exceso, ya que en más de una ocasión fuerza sus medios y eso le puede pasar factura en el futuro. En mi opinión los teatros de ópera tienen una estupenda alternativa en este tenor en el repertorio puramente lírico. Invito a mis amigos a que, si tiene oportunidad, le vean en el Requiem de Verdi el próximo 1 de Febrero en Pamplona. A su lado estarán nada menos que la London Philarmonic y Vladimir Jurowski.
Dmytro Popov y Keri Alkema
La americana Keri Alkema tuvo una actuación con algunos altibajos en el personaje de Amelia. Esta cantante estaba centrada hasta hace no mucho en el repertorio de mezzo soprano, habiéndose movido recientemente a la cuerda de soprano. Tiene una voz amplia y bien timbrada, aunque resulta un tanto impersonal. Lo mejor de su actuación fue la interpretación del aria Morrò, ma prima in grazia, en la que matizó y expresó muy bien. El Orrido campo fue menos interesante y tuvo un despiste, comiéndose una frase, justamente cuando la tesitura alcanza el punto más alto. Tengo la impresión de que hay alguna inseguridad por su parte, pero la impresión general no es mala.
Otro ucraniano, Vitaly Bilyy encarnaba a Renato y su actuación me resultó decepcionante. La voz es una de las más importantes de su cuerda en la actualidad, amplia, homogénea y brillante, pero el cantante confunde cantar con decibelios. Su personaje fue siempre unidimensional, como si no se hubiera enterado de la complejidad dramática de los barítonos verdianos. Su falta de expresividad fue también notable. Salía del teatro pensando en que a veces Dios da pan a quien no tiene hambre.
La rusa Elena Manistina fue una Ulrica un tanto corta vocalmente. No está el personaje de la Maga escrito para una mezzo soprano al uso, sino que requiere prácticamente una contralto o, al menos, una mezzo con buenos graves. Como lo ha demostrado en otras ocasiones, Elena Manistina se queda corta vocalmente en el personaje.
La soprano rusa Julia Novikova fue una adecuada intérprete de Oscar, una vez pasado su arioso de la primera escena. Luego las cosas rodaron bastante mejor y nos ofreció una voz atractiva y una buena línea de canto.
En los personajes secundarios quiero destacar al barítono brasileño Leonardo Neiva como Sam. Voz amplia, atractiva y buen cantante. Algo parecido, aunque a nivel inferior, se puede decir del bajo Oleg Budaratskiy como Tom. Sin interés el Silvano del francés Aimery Lefèvre.
El Capitole estaba prácticamente lleno. El público se mostró un tanto frío durante la representación, ofreciendo una muy cálida acogida a los artistas en los saludos finales.
Las mayores ovaciones fueron para Dmytro Popov y Daniel Oren. El equipo creativo recibió merecido abucheos y aplausos de cortesía.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 1 minuto, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 16 minutos. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 100 euros, siendo el precio de la más barata de 39 euros. José M. Irurzun
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