Triunfadores llorones
Triunfadores llorones
Empezaré este artículo, que levantará ronchas, con una anécdota. Hace unos quince años la Comunidad de Madrid llevó a Luis de Pablo a la Bienal de Venecia, convocando una rueda de prensa en la que el compositor era protagonista. A mitad de ella se levantó y marchó en silencio uno de los compañeros críticos de la prensa nacional, indignado por la postura del músico quejándose de unas administraciones públicas que, como la CAM, no hacen más que favorecer a la música contemporánea española y especialmente a media docena de sus prebostes. Los mismos músicos italianos y franceses presentes envidiaron la sólida situación de sus colegas españoles y sus posibilidades de estrenar y ganar dinero.
Luis de Pablo acabó por ingresar en la Academia de Bellas Artes, añadió a su cuenta corriente los 60.000€ del Premio Tomás Luis de Victoria en 2009 y ha sido sujeto de múltiples homenajes. Cristóbal Halffter fue el primero de los españoles a quien la OCNE dedicó su “Carta blanca” –por cierto en peligro de extinción- , con dos programas sinfónicos, tres conciertos de cámara, conferencias, proyecciones, exposiciones, una master class y la edición de un libro. Halffter escuchó su obra, la dirigió, habló de ella y cobró buenísimos dividendos en concepto de derechos de autor, dirección de orquesta, etc… Y habría que recordar los 400.000€ del Premio Fronteras del conocimiento de 2009 o la elevada suma por la partitura “De ecos y sombras”, estrenada por encargo como otras muchas.
En Venecia se levantó uno de mis compañeros críticos, yo estuve a punto de imitarle en el reciente homenaje a cinco de esos compositores “afortunados” promovido por el Ministerio de Cultura, ese ministerio al que se calificó en el turno de palabra como “un fantasma”, algo inexistente para ellos, alguien que nunca les miró. ¡Infumable! Pero si hasta con Franco alguno fue Premio Nacional de Música, escribieron bandas de películas como esa “Madrugada” repuesta en TV2 esta misma semana y todos ellos han sido mimados después por todos los gobiernos de la democracia. Y no hablemos de aquel curioso cambio de residencia fiscal de unos días de para poder recibir un prestigioso premio y su dotación económica. En fin que en el Teatro de la Zarzuela también estrenará la próxima temporada una obra de Tomás Marco, pero Marco no es tan quejica y pisa más el suelo.
Por eso resulta inadmisible que paralelamente se adopten posturas victimistas. Sólo serían respetables si el objetivo de quejas y peticiones, que obviamente no lo es, fuese ayudar a los jóvenes valores que no cuentan con tanto apoyo oficial, desplazando a ellos parte de su protagonismo. Se trata de una de sus firmes obligaciones sociales, porque sólo unos pocos viven -y muy bien- de la composición.
Para algunos de nuestros autores todo es poco y el público debería escuchar mucho más sus músicas. ¡Ojala que dentro de un siglo, sin influencias, se programen con normalidad sus obras! Sería la mejor prueba de su valía, del acierto de financiarles con nuestro dinero y de la sabiduría de quienes apoyamos su trabajo con nuestras críticas. Menos lloros, por favor. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios