Triunfadores quejicas
Triunfadores quejicas
Empezaré este artículo, que levantará ronchas, con una anécdota. Hace unos seis años la Comunidad de Madrid llevó a Luis de Pablo y su obra a la Bienal de Venecia, convocando una rueda de prensa en la que el compositor era protagonista. A mitad de ella se levantó y marchó en silencio uno de los compañeros críticos de la prensa nacional, indignado por la postura del músico quejándose de unas administraciones públicas que, como la CAM, no hacen más que favorecer a la música contemporánea española y especialmente a media docena de sus prebostes. Los mismos músicos italianos y franceses presentes envidiaron la sólida situación de sus colegas españoles y sus posibilidades de estrenar y ganar dinero.
Luis de Pablo acaba de ingresar en la Academia de Bellas Artes, añade a su cuenta corriente los 60.000€ del Premio Tomás Luis de Victoria y es sujeto de múltiples homenajes. Cristóbal Halffter, otro de los grandes, es el primero de los españoles a quien la OCNE dedica su “Carta blanca”, con dos programas sinfónicos, tres conciertos de cámara, conferencias, proyecciones, exposiciones, una master class y la edición de un libro. Halffter escuchará su obra, la dirigirá, hablará de ella y cobrará buenísimos dividendos en concepto de derechos de autor, dirección de orquesta, etc… Incluso se afirma que habría pedido una suma elevada por la partitura “De ecos y sombras”, que estrenará por encargo.
Todo ello está muy bien, pero lo que resulta inadmisible es que paralelamente se adopten posturas victimistas. Sólo serían respetables si el objetivo de quejas y peticiones, que obviamente no lo es, fuese ayudar a los jóvenes valores que no cuentan con tanto apoyo oficial, desplazando a ellos parte de su protagonismo. Se trata de una de sus firmes obligaciones sociales, porque sólo unos pocos viven -y muy bien- de la composición.
Para algunos de nuestros autores todo es poco y el público debería escuchar mucho más sus músicas. Hay quienes se preguntan, sin duda exagerando, por qué no se subvenciona al público para que asista a sus conciertos en vez de a ellos.¡Ojala que dentro de un siglo, sin influencias, se programen con normalidad sus obras! Sería la mejor prueba de su valía, del acierto de financiarles con nuestro dinero y de la sabiduría de quienes apoyamos su trabajo con nuestras críticas. Menos lloros, por favor. Gonzalo Alonso
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