Turina como epicentro en Sevilla
TURINA COMO EPICENTRO
Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina. Sevilla: 7-13 de septiembre de 2015. Varios intérpretes y escenarios.
El pasado domingo se cerró la quinta edición de este insólito Festival, que enaltece al compositor sevillano en su tierra y que se celebra cada dos años. Su fundadora y arrostrada directora, la pianista y docente noruega Benedicte Palko, ha logrado mantener la muestra con un pírrico presupuesto que este año no ha superado los 31.000 euros. Sólo gracias al esfuerzo, al trabajo desinteresado de muchos voluntarios, a la colaboración de los intérpretes, muchos de ellos de primera magnitud, y a la ayuda en servicios de entidades privadas se ha podido mantener viva la llama. Hay que animar al INAEM, a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento de la ciudad a que doten de mayores medios a una iniciativa que ha permitido la participación de 120 jóvenes músicos españoles y extranjeros, el desarrollo de provechosas clases magistrales impartidas por artistas prestigiosos y la programación de hasta doce conciertos en los que, como es lógico, ha estado muy presente la obra turiniana (integral de guitarra, varias partituras de cámara, dos marchas inéditas para banda, selección de una rareza como Las musas de Andalucía, etc.).
Se pueden señalar algunos momentos cimeros del Festival. Probablemente, el ápice se situó en la sesión vespertina del día 12, que se cerraba con el monumental “Octeto de cuerda” (1900) de Enescu, centrado en complejas heterofonías y difíciles polirritmias y atravesado por un implacable latido emocional; como el mostrado por los magníficos intérpretes convocados para la ocasión encabezados por violinistas de la talla de Esther Hoppe, Kristóf Baráti y Nicolas Dautricourt. Fenomenal la versión del “Quinteto La trucha” de Schubert, con el piano cristalino de Aleksandar Madzar y el noble y sobrio violonchelo de Gary Hoffman, instrumentista y maestro de enorme valía, que intervino asimismo, en colaboración con José Luis Estellés y la propia directora de la muestra, en una cálida y honda interpretación del “Trío para clarinete, piano y chelo” de Brahms.
Muy loables resultados acompañaron al concierto de alumnos que, gobernados por unos cuantos maestros, ofrecieron una muy convincente recreación del difícil “Divertimento para cuerda” de Bartók. Rafael Ruibérriz y Estellés hicieron sonar, bien y mucho, a la banda compuesta por jóvenes –algunos de ellos niños- procedentes de distintas formaciones de Andalucía. La soprano Isa Gericke, de voz un tanto velada pero musical y poética, desgranó en la sesión postrera tres canciones de Bridge y remató con el colofón, astutamente alusivo al adiós del problemático Festival, de la “Canción de Marietta” de “La ciudad muerta” de Korngold: “Aunque nosotros tenemos que partir en el dolor, en el más allá nos encontraremos de nuevo” Arturo Reverter
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