Un aburrido delirio
Festival de Pesaro
Un aburrido delirio
“La italiana en Argel” de Rossini. M.Vinco, B.Bargnesi, J.M.Lo Monaco, A.Esposito, M.Mironov, M.Pizzolato, B.de Simone. Coro da Cámara de Praga y Orquesta del Teatro Comunale di Bologna. D.Fo, dirección escénica. D.Renzetti, dirección musical. BPA Palas. Pesaro, 12 de agosto
Cuando uno va ver -y a propósito digo ver que no escuchar- una ópera de Rossini escenificada por el nobel Darío Fo, ya sabe lo que se va a encontrar. Fo es siempre fiel a sus ideas líricas, pero a buena parte del público no le acaban de satisfacer y de ahí la división de opiniones suscitadas por esta “Italiana en Argel”, cuya producción proviene de Amsterdam. A Rossini le pasa un poco lo que a Vivaldi. Se ha dicho que escribieron cien veces la misma obra. Es una exageración, pero hy algo de ello y sus músicas suenan bastante reiterativas por sernos hoy demasiado previsibles y, sobre todo, por la manía de abrir compases y la incapacidad de muchos directores para comprender que esas cinco notas repetidas han de sonar cada vez de una forma diferente. De ahí que no acaben de venir mal delirios como los de Darío Fo para las óperas rossinianas. Más aún en una obra como “Italiana en Argel”, en sí una locura. Pasan tantas cosas sobre el escenario que apenas permiten seguir la música y así ésta, ante tanto aturdimiento visual, se repite menos al oído del espectador. Fo introduce un circo en el serrallo de Mustafá. Por él desfilan favoritas, eunucos, piratas, prisioneros, malabaristas, zancudos, camellos, jirafas, cebras, avestruces, gorilas, leones… No de verdad, naturalmente, sino con tripas humanas.
Pero tal delirio ha de ir acompañado de una dirección musical a tono y no la hubo, al menos en el primer acto. Donato Renzetti es un director en alza, pero en esta intervención en Pésaro no lo demostró. Su versión sonó aburrida, sin vitalidad, pecando del defecto antes apuntado.
No debe ser fácil cantar en un zoológico, cuando uno está pendiente de que el león no te coma un brazo. Marianna Pizzolato se arrimó a las fieras con demasiada cautela. Tenía que haber arriesgado más y, al no hacerlo, perdió gracia el indómito personaje de la cautiva española Isabel. Posee una voz de calidad, pero ello no es suficiente en puestas en escena como la presente. Marco Vinco, que es más barítono que el bajo que se requiere, se movió con más soltura salvo en las coloraturas, pero el que logró hacerse con el cotarro fue Bruno de Simone como Taddeo. Él sí supo arrimarse y domar a las fieras. El resto del reparto funcionó con la previsible corrección. Gonzalo Alonso
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