Un abuso
El Gobierno debería haber aprobado anteayer la cuantía del canon que gravará a un montón de aparatos y herramientas que utilizamos a diario. Y decidido también qué va a estar gravado y qué no. Por ejemplo, el que usted me esté ahora leyendo por internet. Sí, hasta se habla de su propia conexión de ADSL, aunque la ministra Calvo lo desmienta y aunque usted no sepa nada de eMule, Rapidshare o Youtube.
Internet, donde ahora casi todo aún es gratis, lleva camino de acabar siendo perjudicial para el bolsillo del consumidor. He aquí un par de ejemplos. ¿Por qué comprar un programa a su autor mediante descarga cuesta prácticamente lo mismo que si se compra en unos grandes almacenes. Porque en el precio en ellos hay que incluir el soporte dvd, documentación, caja, distribución, beneficio de intermediarios… Todo ello se elimina mediante la descarga desde el propio fabricante, pero el precio es casi el mismo. El proveedor se forra. ¿Y qué me dicen de las reservas de hoteles? Dentro de nada no habrá agencias de viaje minoristas, pero reservar on line una habitación en la web de un hotel costará lo mismo que ahora en el minorista y, encima, tendrá el consumidor que realizar el esfuerzo y dedicar su tiempo a las búsquedas. El hotel a ganador.
Y establecer un canon a una línea ADSL con la excusa de que su velocidad favorece las descargas ilegales de música es como si con la contratación del ADSL llevásemos una pena de prisión de tres meses y un día porque también favorece la bajada de pornografía pedófila. O como si las aseguradoras exigiesen un canon en el precio de los coches por los accidentes que puedan ocasionar o Tráfico otro por las multas en que, seguro, se incurrirá tarde o temprano. Pero no quiero dar ideas por si acaso. Todo un sin sentido pero el caso, para las gestoras de derechos, es recaudar y manejar unos inmensos fondos sin además control alguno. Que no, que los cds nuevos que se lanzan al mercado no pueden costar 23€ y que la cosa no arregla multando a los Ipod con 40€. Naxos lo tiene claro desde hace tiempo. Gonzalo Alonso