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En la Tierra y en el Cielo [53 Semana de Música Religiosa se Cuenca]
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Por Publicado el: 20/04/2014Categorías: Crítica

Un Bach vigoroso [53 Semana de Música religiosa de Cuenca]

UN BACH VIGOROSO

Semana de Música religiosa de Cuenca

Bach: “Pasión según San Juan”. Anders Dahlin, Konstantin Wolff, LennekeRuiten, Rosanne van Sandwijk, DolfDrabbels, José Pizarro, AndréMorsch, Pierre-Guy Le Gall White. CappellaAmsterdam. Orquesta del Siglo XVIII. Director Daniel Reuss. Auditorio de Cuenca. 16-4-2014.

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El indispuesto Frans Brüggen hubo de ceder su puesto al director del coro Daniel Reuss, un buen músico: enérgico, contundente, mandón, con un gesto imperativo, sin batuta, que impulsa los brazos arriba y abajo, a veces de manera rígida, pero eficaz para mantener las riendas. Tempi vivos, poco reposados, legato dudoso, pero pericia para el dibujo de la anacrusa. Logró excelentes efectos, particularmente en los pasajes imitativos. El comienzo de la obra, ese impresionante coro “¡Señor, nuestro dueño!”, no alimentó precisamente el entusiasmo: sonó destemplado, no muy afinado, desabrido.

Poco a poco todo se fue recomponiendo hasta alcanzar cotas de mucho interés, que descansaron sobre todo en la estupenda labor del coro, que en algunos “fugati” fue brillante, clara y exacta, así en el nº 21f, “Tenemos una ley”, o en el 23 d, “¡Fuera, fuera con él, crucifícalo!”. Entre otros momentos reseñables anotamos la intervención del conjunto al lado del bajo en el aria “Apresuraos, almas atribuladas”. Bien el coro, tan conocido,“Descansad, restos sagrados”, llevado con vigor pero con expresión por Reuss. A magnífico nivel la agrupación orquestal, con algunos solistas muy buenos, como Emilio Moreno, que tocó primorosamente la viola “d’amore” en el aria “Se ha consumado”.

Lástima que en esta última no cantara una auténtica mezzo, que le diera mayor profundidad. La musical Rosanne van Sandwijk, es más bien una soprano algo descolorida. Lo mejor vino de la mano del barítono AndréMorsch, de instrumento timbrado y bien coloreado, y del tenor José Pizarro, de voz no muy rica, pero de estilo muy cuidado. Su versión de la difícil aria “¡Ay, alma mía!”, un poco corta de resuello, fue estupenda por la acentuación, la expresión, la respiración y la valentía. Evangelista discreto Dahlin, voz isósceles con mucho falsete. Wollf fue un Jesús de cierto empaque, pero muy nasal. Digna la soprano Ruiten, engolado, blanquecino y calante el segundo tenor, Drabbels, y desentonado el bajo-barítono White. Pero la sublime música pudo con todo.  Arturo Reverter

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