Un “Ernani” de carencias en ABAO
Verdi en la temporada de ABAO
Un “Ernani” de carencias
“Ernani” de Verdi. A. Machado, D. Theodossiou, Z. Lucic, O. Anastassov. Orquesta Sinfónica de Bilbao. M. Znaniecki, dirección de escena. M. Elder, dirección musical. Palacio Euskalduna. Bilbao, 22 de enero.
“Ernani” (Venecia, 1844) es obra que se programa poquísimo en nuestros días, fundamentalmente por requerir, como decía Franco Corelli, cuatro leones para cantarla. Es uno de los ensayos generales más completos en toda la producción verdiana de la llamada “época de galeras” de cara a la gran Trilogía de 1851-53. Posee un coro de gran exaltación patriótica, aunque en Bilbao su texto pudiese no sentar bien a algunos, magníficas arias y por doquier circula la firma del gran Verdi. El dúo del acto segundo entre Carlos V y Elvira adelanta claramente aquel entre Germont y Violeta de “Traviata” y la misma música festiva de la boda es eco premonitorio de la de la fiesta del tercer acto de la citada obra. Además logra emocionar cuando se arranca con frases como “Y bien, yo la amo…” del bajo Silva o con concertantes como el final del acto tercero. Así pues hay mucho, pero mucho que disfrutar en esta partitura y se agradece que la ABAO la presente, como no podía ser menos, dentro del “Toda Verdi”.
Quien firma se lamenta de lo mismo que Rigoletto: ¿Por qué el pasado perturba aún mi mente?”. Mi primer “Ernani” -1972 en Verona- incluyó a Corelli, Ligabue, Cappuccilli y Raimondi. No he vuelto a escuchar uno igual. En 1982 fue en la Scala con Domingo, Freni, Brusón, Ghiaurov, Ronconi y Muti. Resultó un total desastre: a Plácido no se le oía, Brusón precisó de apoyo electrónico y Freni lloraba en su camerino en los entreactos, lamentándose de haberse equivocado de papel. Más tarde recuerdo otro en el Metropolitan con Pavarotti, Mitchel y Milness, de nivel aún inferior. No siempre los tiempos pasado han sido mejores, pero sí con “Ernani”. El mismo de la Scala sería hoy todo un éxito y es que no hay voces para ópera como ésta o como “Trovador”. Aquiles Machado, que ha adelgazado muchísimo y cuya voz suena fresca y bella, resuelve el papel con soltura, pero no puede hacer justicia a todas las exigencias del personaje. Dimitra Theodossiou se halla lejos de revalidar su fama. Estridente arriba e inaudible abajo, ofrece una Elvira debilísima. Zeljko Lucic cuenta con una buna voz, pero abusa del “forte”, cala en los momentos más líricos y la línea de canto carece de nobleza para Carlos V. Orlin Anastassov, que no acaba de redondear su carrera, sobresale sobre los anteriores en poderío.
Mark Elder plantea una lectura fiel a la partitura, con todas las repeticiones de cabalettas, y obtiene una razonable respuesta de coro y orquesta. Falla totalmente la puesta en escena dirigida por Michal Znaniecki. Recurre en los dos primeros actos a un rosetón en plano inclinado de 40 grados, que obliga a los artistas a preocuparse más por el equilibrio que por cantar. No hay dirección de actores ni de masas, el vestuario es incomprensible y todo lo que rodea a Carlos V –horrible peluca zanahoria- le convierte en un bufón en vez de un emperador.
A pesar de todo lo expuesto, quien escribe vibró una vez más en muchos momentos y es que la genialidad verdiana es capaz de superar todo. Gonzalo Alonso
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