Un festival local
Un festival local
Nuevamente el Festival de Verano de El Escorial nos recuerda el duro lastre que arrastra un Auditorio que costó una millonada y al que, cada año, se le vuelve a asignar una programación que no deja de ser apañada pero que en absoluto cumple el objetivo de internacionalidad que requiere el caso. ¿Qué caso? Pues nada más y nada menos que uno de los monumentos más importantes del mundo, cuya sola existencia en el lugar demanda que el susodicho lugar se espabile un poco y organice algo más acorde al reclamo cultural que supone tal maravilla. No sucede. Supongo que porque no hay dinero público para ello y los empresarios musicales tampoco pasan por un boyante momento. El resultado es, como todos los años, un festival pequeñito sin ninguna figura internacional, sin ningún nombre de esos que animan un cotarro cuya oferta no se diferencia en nada de la que el aficionado que vive en (o transita) Madrid recibe a lo largo del año. Los artistas participantes están bien y los repertorios ofrecidos son apetecibles. Pero no es esa la cuestión.
¿Qué tenemos? Para cuando se pueda leer este artículo ya se habrán celebrado varios conciertos y espectáculos. En primer lugar, una Quinta de Tchaikovsky por la Boston Philharmonic Youth Orchestra y Benjamin Zander en el podio. Luego, la repetición del Don Carlo de Boadella; desde estas páginas ya se ha hablado de esta versión. También una interpretación para orquesta sinfónica y piano de jazz de Las cuatro estaciones vivaldianas, que en un concierto posterior se podrán escuchar en su versión original. Y otro concierto de la Capella Mediterránea, con mezcla de Piazzolla y Monteverdi .
Ya el día primero de julio, hay un pianista, James Rhodes, con un recital a base de obras de Bach y Chopin, entre otros. Los dos días siguientes La JORCAM con José Ramón Encinar para una Quinta de Beethoven, y unas Cuatro Estaciones en la doble versión Vivaldi/Piazzolla, con Ana Valderrama al violín y Fabián Carbone al bandoneón. El 9 de julio el dúo de pianos Iberia & Klavier junto al Tak-Nara Percusion Group ofrecerá un recital con La consagración de la primavera de Stravinsky y la banda sonora de West Side Story, de Bernstein. El 16 de julio será el turno del pianista Luis Fernando Pérez, que interpretará piezas de Goyescas, la gran obra de Granados, junto con otras de Debussy o Chopin. El 22 de julio los profesores de los Cursos Internacionales Matisse ofrecerán su ya tradicional concierto y el 23, se podrá disfrutar de El último viaje. Granados en Nueva York, un espectáculo de cante lírico, danza y piano en el que se interpretarán también obras del compositor. La Compañía Nacional de Danza hará un triple programa con un homenaje a Granados en su centenario, un espectáculo junto a Rosa Torres-Pardo y la Suite de Don Quijote, en coreografía de José Carlos Martínez, y el Trío Malats desarrollará un programa con Viajes de Otoño de Zalba y Las estaciones de Tchaikovsky, El 29 el barítono Damián del Castillo, junto al fortepianista David Aijón, interpretará El viaje de invierno, de Schubert, y ya el 2 de agosto la Turkish National Youth Orchestra ofrecerá la Sinfonía‘Incompleta’ de Schubert y el Concierto para orquesta de Bartok. El 3 será el turno de Raquel Andueza y La Galanía, que interpretan el programa Monteverdi & friends. Por último, el día 6 de agosto la compañía de danza De Sangre y Raza hará el espectáculo 400 años de flamenco.
En conclusión, hay programación, hay espectáculo, pero falta poso, faltan figuras, que a la postre es lo que da lustre a las paradas veraniegas de esta guisa. Un poco la que hubo el año de la inauguración: figuras internacionales que den altura a la propuesta. Pedro González Mira
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