Un guión intrigante, digno de Hitchcock o Almodóvar, en el Real
Un guión intrigante, digno de Hitchcock o Almodóvar, en el Real
Hace tiempo La Razón destapó la noticia de que Gregorio Marañón, presidente de un patronato en las nubes, había iniciado negociaciones con Stephane Lissner sobre el Teatro Real. La noticia era cierta, pues llevan meses de conversaciones. Más tarde Ruben Amón, en El Mundo y esta semana en El Cultural, ha incidido muy acertadamente en el asunto. Nosotros se lo ampliamos, recopilando y ordenando convenientemente gran parte de las informaciones ya publicadas y aportando algún dato nuevo.
Marañón entabló tan buena amistad con Lissner durante los meses que estuvo en Madrid como para que éste le hiciera padrino de uno de sus hijos. Marañón desea atraer de nuevo a Lissner, pero éste todavía goza de una posición en la Scala que, a pesar de los muchos ataques que recibe y de la menor ocupación del teatro, probablemente le permitirá renovar su contrato hasta 2015, fecha de los fastos de la Exposición Universal. Nadie, en su sano juicio, cambiaría la Scala por el Real, sobre todo si de éste salió por la puerta de atrás. A Lissner no se le echó sino que, tras haber obtenido el apoyo de un Patronato que entonces pintaba más, fue él quien tiró la toalla al enfrentarse con que su proyecto estaba prácticamente parado –el entonces director general del INAEM no le firmaba ni un papel – y no le daba tiempo a tenerlo a punto para la apertura del coliseo. ¿Acaso podría regresar a Madrid y sentarse de nuevo delante de Esperanza Aguirre, a quien ridiculizó en un esperpéntico libro de memorias que publicó en Francia? Además existen otras razones personales que le inclinaban hacia Madrid y que ya han desaparecido. Al parecer, su esposa estaba muy descontenta en Milán y le atraía la opción madrileña tanto como para planteársela a su marido como una exigencia, sin embargo supuestamente el matrimonio estaría al borde de la ruptura, con lo que esta presión habría desaparecido y Lissner preferiría seguir en Milán, con su contrato en la Scala hasta 2013 y con posible renovación hasta 2015.
Sólo un desastre en el próximo San Ambrosio con “Don Carlo” podría hacer variar sus planes y esto podría suceder ya que Daniel Barenboim abrió la temporada de conciertos de la Filarmónica de la Scala de Milán en un espacio distinto al elegante teatro milanés debido a la huelga de sus técnicos, que se han negado a preparar el escenario para que toque la prestigiosa orquesta. Por primera vez en sus 25 años de vida, la Filarmónica no inauguraró su temporada en el teatro donde habitualmente interpreta, circunstancia que le ha tocado vivir a Barenboim en primera persona, ya que él era el batuta anunciado para la sesión -no es la primera vez que el músico dirige una apertura de temporada-. El concierto se celebró en la Sala Verdi del Conservatorio de Milán. Este concierto no es el primero al que afectan los paros convocados por el sindicato FIALS, que ya obligaron a cancelar las primeras representaciones del ballet «La dama de las camelias» a principios de octubre y que amenaza con impedir otros espectáculos. El sindicato exige aumentos salariales y no comparte el nuevo convenio colectivo que ha propuesto la dirección de la Scala y que ya han firmado los sindicatos mayoritarios.
Mientras, con la oferta de Madrid en la mano, negocia con mayor fuerza su renovación en Milán y aconseja a Marañón a Daniel Harding para la dirección musical del Real. Harding (Oxford, 1975) empezó su carrera tras enviar a Simon Rattle una cinta de un “Pierrot lunaire” interpretado por un grupo de amigos. Obtuvo la posibilidad de asistir al maestro en la Orquesta de la Ciudad de Birmingham en la temporada 1993-94. Poco tiempo después conoció a Claudio Abbado, quien le permitió otro tanto en la Filarmónica de Berlín en 1996. El italiano le llevó también como asistente, en 1998, a su “Don Giovanni” del Festival de Aix-on-Provence, entonces gobernado por Lissner. De 1997 a 2000 fue director principal de la Orquesta Sinfónica de Trondheim, en Noruega, cargo que compatibilizó con el de principal director invitado de la Sweden’s Norrköping Symphony (1997-2003) y el de director musical de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen (1997-2003), con la que efectuó sus primeras grabaciones discográficas. En 2003 se convirtió en el primer director musical de la Orquesta de Cámara Gustav Mahler, conjunto fundado por el propio Abbado. En diciembre de 2005, cuando Lissner tuvo que abrir su primera temporada en la Scala con “Idomeneo” y Muti canceló, al no hallar ninguna batuta famosa, recurrió a Harding. Salvó la papeleta, pero no convenció. Una de sus últimas incursiones líricas,“Flauta mágica”, fue recibida con abucheos. Entre medias muy pocos títulos: “Traviata”, “Oneguin”, “Rapto en el serrallo”, “Cosi fan tutte”, “Jenufa”, “Wozzeck” y “Otra vuelta de tuerca”. En la actualidad, aparte de la Orquesta de Cámara Gustav Mahler, es titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia, con contrato hasta 2010. Es, como anécdota, seguidor del Manchester club de futbol.
Harding es un joven que prometía mucho al principio, al que se le permitió dirigir grandes conjuntos sin la formación suficiente y que no ha llegado a hacer la carrera que algunos pensaron. La crítica ha escrito de sus interpretaciones cosas como “Harding es el típico caso de un joven promocionado, más allá de sus posibilidades reales, por una multinacional en vez de estarse dedicando a formarse” o “Démosle otros 20 años para que pueda aprender lo que la “Novena” de Mahler puede comunicar. Necesita trabajar con orquestas de tercera fila antes de exponerse a la mascarada”. Pero él evita trabajar con orquestas que no sean de primer nivel.
Esta es la venta que Lissner le habría hecho a Gregorio Marañón, quien habría realizado una oferta en firme a Harding sin pedir la aprobación al Patronato del Real. Las fechas encajan, pero Harding tendría miedo a enfrentarse con una orquesta que desconoce y de la que el propio Lissner no le habría hablado nada bien. Se da la importante circunstancia que el Real ha de renovar contrato con orquesta y coro en la presente temporada. ¿Qué desearía hacer Harding sin haber trabajado con ellos ni una vez? Pero hay un dato aún más relevante: si bien él no tendría muchas ganas de venir a Madrid, sí que en cambio las tiene de que venga su importante agencia artística, Askonas Holt, con más de 80 artistas en cartera entre cantantes y directores. Para ella sería fundamental conseguir un teatro en el que colocar su plantilla y, desde él, extenderla por otros. Tal y como se hiciera en Aix-on-Provence. Las reticencias de Harding podrían ser vencidas por Holt y, quizá también, por un incremento en su actual caché de 12.000€, que podría pasar a los 17.000€ que cobra López Cobos por función.
No parece que la elección fuera a mejorar las cosas en el Real. De un lado Harding, con ya 33 años, no ha demostrado hasta la fecha ser un “constructor” de orquestas sino más bien un “disfrutador” de las buenas. En Madrid hace falta alguien que sepa trabajar y mejorar una agrupación, porque las cosas no están económicamente como para crear una nueva. De otro lado, un director musical ha de llegar a un teatro con un repertorio equilibrado, con los grandes maestros y obras en él. Harding no lo tiene. ¿Se puede ser director musical en un teatro como Madrid o Barcelona sin haber dirigido con cierta regularidad Verdi, Puccini, Wagner o Strauss? ¿Es eso lo que al Real le conviene o le conviene ampliar el cultivo de repertorios mayoritariamente alternativos? ¿Admitiría Harding que hubiese un segundo director musical para el repertorio italiano, tal y como se hizo durante años en Munich con Sawallisch y Patané? Por último, en el medio se opina que Harding no es superior a López Cobos, al menos en un foso lírico y que se habría hecho un mal negocio. Pero Harding – eso sí, un nombre mediático- sería vendido en España como un gran maestro que ha dirigido muy importantes orquestas, de forma que sus debilidades reales para el Real serían expuestas como grandes virtudes.
Lissner podría además ejercer a pesar de todo su influencia si consiguiera nombrar como director artístico a Bernard Foccroulle, actual director en Aix-on-Provence, en su día de La Moneda, y disponible para las fechas en que Antonio Moral dejaría el Real. Lissner habría logrado mandar en el Real teniendo a Harding, Foccroulle y Marañón en el Real en lo que podría calificarse como una especie de venganza. Sin embargo todo lo anterior es ya agua pasada que no mueve molino porque ha saltado a la palestra el nombre de Gerard Mortier, cuyo futuro en el New York City Opera habíamos anunciado en esta web que era más que problemático dadas las continúas discusiones sobre temas presupuestarios, que acaba de dimitir y, obviamente, busca donde colocarse él y quizá también las óperas que había encargado para Nueva York. El caso es que, al parecer, Miguel Muñiz y Juan Carlos Marset estuvieron en París entrevistándose con él y lo que es indudable es que el sábado 8 se dejó ver en el Auditorio de Madrid en compañía de su amigo Vela del Campo, un personaje maduro de habla italiana y otro mozo. ocupaban la fila 4 , números del 17 al 23. Vamos, sin tapujos. Y desde luego no vino porque le gustasen las “napolitanas” del programa.
De prosperar estos nombramientos u otros similares parece evidente que al Presidente del Patronato, que desempeña labores más que ejecutivas, le sobraría el cargo de directos general con plenos poderes. Este puesto quedaría emparedado entre un director artístico potente y Marañón. De ahí las desavenencias que ya se han podido apreciar entre Marañón y Muñiz. Sin desperdicio las recientes declaraciones de Marset, director general del INAEM “lo más razonable es ser efectivos y buscar el mejor director artístico posible”, aunque recordó que el Ministerio de Cultura es sólo una de las partes representadas en el Patronato de la Fundación Teatro Real y que el INAEM no debe “inmiscuirse”. “Miguel Muñiz es el director general del Teatro Real y está ahí con todas sus consecuencias”. Pero Muñiz se habría vendido al diablo de haber negociado con Mortier en París y Madrid.
El Teatro Real ha empezado su temporada con un “Baile de máscaras”, el que todos estamos contemplando: personajes enmascarados de los que aún desconocemos su verdadera faz y sus papeles en esta función. Hasta hay un convidado de piedra. Pero bien podría ser que para algunos de ellos, o quizá para el público, se hiciera realidad el título en cartelera: “El triunfo del tiempo y el desengaño”.
Últimos comentarios