Un inesperado “Viaje a Reims”
Festival de El Escorial
Un inesperado “Viaje a Reims”
“El viaje a Reims” de Rossini. D.Shtoda, E.Tsarnga, A.Safiulin, N.Kamensky, D.Voropaev, L.Yudina, I.Gigolashvili. A.Tanovitski, A.Kalagina, E.Tsvetkova, v:Uspensky, E. Sommer, O. Legkova, P.Shmulevitch, M.Latyshev, L.Gergiev. A.Maratrat, dirección de escena. P.A.Bertola, escenografía. V.Gergiev, dirección musical. Teatro de El Escorial. Madrid, 11 de agosto.
Dice el refrán que “Dónde menos se espera salta la liebre” y así ha sucedido con la versión de “El viaje a Reims” del Mariinsky y Gergiev, en principio conjuntos no especialmente idóneos para el repertorio rossiniano. El espectador supo desde el primer minuto –los invitados llegando a través del patio de butacas a la posada donde se reúnen para preparar su viaje a Reims para la coronación de Carlos X- que estaba ante una sesión tan participativa como que alguno de ellos acabaría siendo sacado al escenario. La orquesta, vestida toda de blanco como en tiempos del Hollywood de Xavier Cugat- se situaba al fondo del escenario. Delante, con Gergiev de espaldas, trascurría toda la “revoltosa” acción, que no dejaba un minuto de respiro. Funciona bien esta coproducción entre el Mariinsky y el Chatelet firmada por Alain Maratrat, con gran amenidad de principio al fin. Otra cosa es que el brindis final lo alargase Rossini excesivamente, lo que se comprende dado que es obra de encargo en la que los himnos patrióticos quedaban bien y que el propio autor no deseaba que permaneciese como tal en repertorio una vez pasados los fastos para los que fue escrita. De hecho buena parte de su música la trasladó al “Conde Ory”.
La lejanía de la orquesta se tradujo en que ésta sonase algo apagada en determinados momentos, pero lo hizo con vitalidad y se lucieron los músicos, principalmente la excelente flautista Elena Vasilieva en sui dúo con Lord Sydney. Mérito incuestionable es haber reunido un plantel de jóvenes cantantes provenientes de la propia Academia del teatro, de una calidad homogénea y muy digna, que saben estar en escena. Sobresalió la buena forma de cantar y el fácil agudo, aunque de limitado caudal, del tenor en el papel de conde ruso Daniel Shtoda, la gracia y desenvoltura de la condesa de Folleville de Larissa Yudina, así como la rotunda voz de bajo Alexei Tanovitski en el pequeño papel de Don Prudencio. Una sorpresa muy ovacionada por un público que no llenó la sala. Gonzalo Alonso
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