Barenboim: un manual de arquitectura efímera
Barenboim: un manual de arquitectura efímera
Obras de Debussy. Piano: Daniel Barenboim. Ciclo Ibermúsica, Serie Barbieri. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica. Madrid. 8-I-2018.
Pocos músicos hay en el panorama internacional que demuestren tanta animadversión hacia las toses, los ruidos de los caramelos o las fotos de los móviles como Daniel Barenboim. Es inevitable que el anecdotario a este respecto sea cada día más cuantioso (baste como recordatorio aquel “mientras saca fotos no está usted aplaudiendo” de su última visita a Madrid). En este caso se optó por la inteligente solución de colocar a un narrador interpuesto, el actor Miguel Rellán, para la antipática tarea de mandar callar a los ruidosos antes de que ejerzan.
Más allá del estrafalario prolegómeno, las expectativas que había levantado el concierto no podían ser mayores. El exigente programa se centraba en el Debussy de mayor entidad pero menos popular, un manojo de piezas que juntas se ven poco por los escenarios. Los Préludes, Estampes y Arabesques plantean grandes dificultades intrínsecas a nivel técnico, no pocas para hallar un fraseo coherente y necesitan de una visión personal muy limpia para poder salirse del unánime estereotipo sonoro de lo ambiental, esa forma de entender a Debussy en las últimas décadas que empobrece notablemente su genio.
La propuesta de sonido de Barenboim en la primera parte (Preludes, Livre I) estaba muy trabajada en las dinámicas, alejada del marasmo con el que en ocasiones se malinterpreta la evocación musical del francés. Planificación de timbres, contrastes y campanadas presentidas conformaron La cathédrale engloutie, un manual sobre arquitecturas efímeras construido con mucha intensidad y una pulsación perfecta. Fue lo mejor de la velada. Aunque el nivel técnico en general fue muy alto, lo cierto es que la visión otoñal del pianista argentino funciona mejor en lo reflexivo que en lo urgente. Piezas radicadas en la latitud exacta de la intimidad y la reflexión como Des pas sur la neige se beneficiaron de la madurez expresiva de Barenboim.
La segunda parte se acercaba a una serie de obras más habituales y reconocibles, como las Estampes y los Arabesques, piezas bellas y armónicamente muy interesantes pero un punto por debajo de lo escuchado en la monumental primera parte. “Pagodes” y el Andantino de Arabesques funcionaron con un punto de velocidad e ironía. Como único bis, “Des Abends”, la primera de las ocho piezas que conforman el Fantasiestücke, op. 12 de Robert Schumann. El público en pie y, por suerte, sin fotos ni broncas finales. Mario Muñoz Carrasco
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