Un Monteverdi de hoy
Temporada del Teatro Real
Un Monteverdi de hoy
“El regreso de Ulises a la patria” de Monteverdi. K. van Rensburg, C. Rice, C. Auvity, R. Burt, U. Chiummo, J. Cornwell, E. Lyon, H. Bayodi-Hirt, X. Sabata, M. Rodríguez- Cusí, L. de Donato, etc. Les Arts Florissants. Director musical: William Christie. Director de escena: Pier Luigi Pizzi. Teatro Real. Madrid, 17 de abril.
Parece mentira, pero este Monteverdi de 1640 todavía no se había visto en España. Están muy bien las políticas destinadas a dar a conocer nuevas partituras, pero no deberían olvidarse antiguas que, como la presente, permanecen inéditas en nuestro país cuando no en el resto del mundo. El caso de “El regreso de Ulises a la patria” es especialmente significativo pues no en vano se trata de una obra del “inventor” del género, una partitura de gran simplicidad que, escuchada hoy, supone una vuelta a los orígenes que el oído del espectador agradece. No deja de ser sorprendente el agrado con el que el público escucha, concentrado y en silencio, cada uno de los dos actos de noventa minutos en los que el recitativo es amo absoluto salvo dos o tres dúos –muy inspirados los de Melanto con Penélope o Eurímaco- y una peculiar escena bufa de Iro. La verdad es que en este Monteverdi pueden buscarse esencias que tendrían amplio desarrollo en la posteridad, desde la idea muy mozartiana de introducir lo cómico como contrapeso hasta, un paso más allá sí se quiere, esa especie de personajes de la comedia del arte que son los tres procios y que traen a la mente los Ping-Pang-Pong puccinianos.
Aún siendo la obra más desnuda de la gran trilogía monteverdiana suceden en ella muchas cosas, aunque a primera vista parezca que apenas posee acción. De ahí que la imaginación del director de escena sea fundamental. Pizzi casi se limita a crear un escenario de gran belleza plástica, sobre todo en su prólogo y primer acto, cuyo casi único movimiento es la barca en la que llegan Tiempo, Fortuna y Amor en un guiño a la del barquero Creonte de “Orfeo”. La aparición de Neptuno, el empleo de una auténtica ave rapaz para recrear la de Júpiter o los efectos especiales no llegan a trasladar al espectador trasfondos de la ópera como el problema de una Penélope que lleva décadas sin ver a su marido Ulises y que quizá no quisiera volver a verlo. La escena se ha ido perfeccionando en los ensayos y, con tiempo, se podría perfeccionar más, eliminando por ejemplo el ballet del segundo acto que no hace sino ensuciar el escenario. Esta misma semana se ha puesto a la venta un estupendo dvd de la “Semele” de Haendel con una regia de Carsen para Zurich que es vivo ejemplo de la imaginación con la que este “Ulises” habría alcanzado la redondez.
Gran baza es la presencia de Christie con Les Arts Florissants en el foso, perfectamente compenetrados con Pizzi para bien y para menos bien. El sonido es magnífico, la lectura elegante, sobria y atenta a los cantantes, aunque quizá conviniese una mayor libertad expresiva en beneficio de la transmisión emotiva. Funciona el homogéneo reparto, desde la doliente Christine Rice a la muy digna Rodríguez-Cusí, pasando por el sólido Ulises de Kobie van Rensburg o los dignísimos Cyril Auvity y Robert Burt. Todos estos elementos, muy en las líneas interpretativas musicales y escénicas de hoy, ayudan a calificar con un notable al segundo Monteverdi de la serie madrileña, tras el simple aprobado del “Orfeo”. ¡Ojala que “Poppea” suponga el sobresaliente! Gonzalo Alonso
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