Un Mozart un tanto decepcionante en la Quincena
LE NOZZE DI FIGARO (W. A. MOZART)
Auditorio Kursaal de San Sebastián. 13 Agosto 2017.
Vuelve Mozart a la Quincena Musical, como lo hiciera el año pasado. Si entonces fue Don Giovanni (en forma semi-escenificada) la ópera elegida, ahora lo es Le Nozze di Figaro en representación escénica. El resultado de la representación no ha sido el que podía esperarse de antemano, habiendo contado con una producción low cost, una dirección musical insuficiente y un reparto vocal con luces y sombras. La verdad es que tampoco el Kursaal se presta demasiado a una representación de esta ópera,
ya que el foso está muy bajo y parece que no tiene posibilidades de elevarse. Si las tuviera, doy por hecho que el foso se habría elevado, con lo que todos habríamos salido ganando.
Escena
Aunque sorprendentemente el programa de mano no lo dice, la producción escénica de Giorgio Ferrara procede del Festival I Due Mondi de Spoleto. Se trata de una producción que casi se puede decir que no tiene escenografía, puesto que no cuenta sino con una tela al fondo del escenario y otra, representando un telón de teatro, por delante. Todo lo demás no son sino elementos de atrezzo, aparte de ofrecerse una proyección alusiva al jardín en el último acto. La mencionada escenografía se debe a Dante Ferretti y Francesca Lo Schiavo y la cosa no puede ser más simple y minimalista. Una butaca y un biombo en el primer acto, una cama y nuevamente el biombo en el segundo, dos butacas grandes en el tercero y apenas nada más en el último. El vestuario de Mauricio Galante es colorista y extraño, con pelucas curiosas para los personajes, y de gusto un tanto discutible. La iluminación de A. J. Weisssbard ofrece lo mejor en el acto del jardín, pasando desapercibida hasta entonces.
En este tipo de producciones cobra una gran importancia la dirección de actores y la verdad es que tampoco me ha parecido que la mencionad dirección escénica sea destacable. Particularmente pobre resulta el movimiento del coro, por no hablar de las dos parejas de bailarines en el tercer acto, a las que nadie habría echado en falta.
Escena
No son pocos los espectadores que consideran que Mozart es un compositor que no tiene muchas dificultades para un director musical. Por supuesto, no comparto dicha opinión. Más bien diría que todo lo contrario. Estas óperas de madurez de Mozart requieren directores destacados. Especialmente, en la ópera que nos ocupa, en la que la ligereza y la alegría son ingredientes fundamentales. La dirección de la china Yi-Chen Lin no me ha resultado convincente, aunque en parte también haya influido la propia posición del foso. Siempre tiendo a pensar que lo que el director nos va a ofrecer en esta ópera nos lo va a adelantar en la obertura. En esta ocasión faltó vida, y alegría, con tiempos un tanto lentos y por ese mismo camino fue el resto de la ópera. Para mi gusto la versión fue un tanto tediosa durante los dos primeros actos, mejorando en el tercero, cayendo nuevamente en el acto del jardín. Hubo siempre control, pero faltó mayor inspiración. Se ofreció la versión tradicional, cortando las arias de Marcellina y Don Basilio. Correcta la actuación de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, mientras que me resultó decepcionante la prestación del Coro Easo, de quien recuerdo mucho mejores actuaciones en el pasado.
Fígaro fue interpretado por el bajo-barítono menorquín Simón Orfila, que sigue siendo un intérprete solvente del personaje, independientemente de que su instrumento pueda no resultar muy atractivo para todo el mundo. En cualquier caso, fue un sólido Fígaro.
Lo mejor de la noche vino de la mano – o más bien de la voz – de la soprano lituana Katerina Tretyakova en la parte de Susanna. Su actuación fue plenamente convincente tanto vocal como escénicamente, destacando particularmente en su aria del cuarto acto Deh, vieni non tardar.
La soprano italiana Carmela Remigio fue una poco adecuada Condesa, ya que su voz ofrecía muy poco contraste con la de Susanna, como pudo constatarse en el dúo de ambas en el tercer acto. Por otro lado, ofreció un exceso de vibrato, especialmente en su interpretación de Porgi amor en el segundo acto, que pasó sin pena ni gloria. Lo hizo mejor en Dove Sono, pero en conjunto su actuación fue poco convincente.
Escena
El barítono americano Lucas Meachem fue un Conde Almaviva, a quien la producción lleva por terrenos excesivamente bufos. La voz es amplia, aunque su canto me resultó excesivamente monótono por escasez de colores en su voz. Por otro lado tiene tendencia a abrir sonidos, resultando un tanto superficial. Su aria del segundo acto contó con un final poco mozartiano, buscando el aplauso fácil.
La mezzo-soprano local Clara Mouriz lo hizo bien en la parte de Cherubino, poco ayudada por la producción. Sus dos arias fueron interpretadas con corrección, moviéndose bien en escena.
En los personajes secundarios Valeriano Lanchas fue un más bien basto Don Bartolo, buscando efectismos. En declive la mezzo-soprano Marina Rodríguez- Cusí, con la voz reducida y envejecida. Juan Antonio Sanabria ofreció una voz bastante reducida en la parte de Don Basilio, aunque lo hizo bien. Fernando Latorre fue un Antonio corto de comicidad, aunque sonoro. Adecuado el Don Curzio de Gerardo López. Aceptable la Barbarina de Belén Roig.
El Kursaal estaba casi lleno en todas sus localidades. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para Katerina Tretyakova, Simón Orfila y Lucas Meachem.
La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 28 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 57 minutos. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 94 euros, costando 30 euros las más barata con visibilidad. José M. Irurzun
Pienso que la soprano Katerina Tretyakova esta pidiendo a gritos mas oportunidades en nuestro pais y con roles donde pueda desplegar todo su potencial, que doy fe que es.mucho, como Traviata, Lucia o Romeo et Juliette. 🙂