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Por Publicado el: 25/11/2016Categorías: Recomendación

Barenboim: ¿Un nuevo piano? El (genial) pianista de siempre

barenboim

                                                                                  ¿Un nuevo piano? El (genial) pianista de siempre 

Seguramente una de las pocas cosas que le quedaban por hacer a Daniel Barenboim al piano era cambiar de piano; ¿con una cierta vocación de jugar a ser Beethoven, el Beethoven al que el fortepiano le queda muy pequeño? Bueno, algo de esto hay en el nuevo Barenboim (este es el nombre del nuevo piano; la verdad es que no me parece en exceso original), aunque las innovaciones no sean tan nuevas.

La historia de este Barenboim (piano) se remonta al año 2011, cuando el pianista tiene la ocasión de tocar, en Siena, un piano que perteneció a Liszt, aunque muy restaurado. Vio en él nuestro intérprete un piano que reunía la belleza sonora de los de la época, pero con el añadido de los aspectos técnicos más notables de los modernos. 18 meses, 4000 horas de trabajo y una inversión que, caso de llegar a ser comercializado lo llevará a costar aproximadamente el triple que un Steinway, necesitó el constructor belga Chris Maene para poner a punto al actual Barenboim (piano), del que construyó dos ejemplares, uno para el pianista y el otro para él mismo, eso sí con la inestimable ayuda del fabricante Steinway. Barenboim, que se ha apresurado a decir que no es mejor que un Steinway sino diferente, lo presentó cuatro años más tarde en una conferencia de prensa en la que interpretó parte de la sonata Appassionata. El principal argumento de venta de su autor es que se trata de un instrumento que, por razones de disposición de las cuerdas, es capaz de construir líneas polifónicas más claras. La cuestión es que  aquellas están situadas paralelamente y no cruzadas. Como es sabido, no es esta una idea nueva: Stephen Paulello ya ha usado esta disposición, e incluso algunas marcas tradicionales, como Bechstein, Schimmel, Chappell o Erard tienen modelos con esta disposición. El asunto aquí, por consiguiente, debe de ser enfocado de otra manera. Lo primordial aquí es que un músico como Barenboim apadrine la idea, porque según él este ´nuevo´ instrumento es una maravilla, aun presentando serios inconvenientes para el solista, que, como es lógico, ha de usar el pedal de manera diferente. Barenboim ha tocado ya en público (Viena, París y Londres) la integral de Schubert con este instrumento, con el que viene ahora a Madrid para su concierto de este domingo. Se apunta así, pues, a la selecta lista de pianistas que viajan con su propio instrumento. Como este señor es adorado u odiado según a quien se pregunte, para unos nada habrá que objetar al respecto mientras que para otros no pasará de ser un caprichoso que nos está vendiendo una nueva moto. Yo no puedo aportar ninguna idea al respecto porque no lo he escuchado todavía (acaba de grabar un disco para D.G. en el que lo usa).

En realidad no me interesa mucho el asunto. A mí Barenboim me aporta otras cosas más sustanciales. Más música y menos novedades que muevan el mercado. A mí de Barenboim lo que me interesa es su capacidad para entregar nuevas propuestas para músicas que he escuchado mil veces, incluidas las veces que se las he escuchado a él, pues sigo su carrera desde que tenía veintitantos años. Y como eso suele suceder cada vez que le vuelvo a escuchar, por eso recomiendo sus conciertos efusivamente. Esta vez hará dos sonatas de Schubert (en esta misma página publiqué en su momento una extensa crítica de su integral: http://www.beckmesser.com/schubert-barenboim-una-gloriosa-sintesis/), las D.664 y D.959; la Balada núm.1, de Chopin, y dos obras de Liszt, los Funerales y el Vals Mephisto núm.1.  Nada de todo esto dejará indiferente a nadie. Pedro González Mira

Daniel Barenboim, piano. Obras de Schubert, Chopin y Liszt. Auditorio Nacional de música, sala sinfónica. Domingo 27, 19.30. Entradas agotadas.

 

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