Crítica: Un “Radamisto” afectado por la crisis energética
Crítica: Un “Radamisto” afectado por la crisis energética
“Radamisto” de Haendel. Philippe Jaroussky, Marie-Nicole Lemieux, Emőke Baráth, Zachary Wilder, Renato Dolcini, Anna Bonitatibus, Alicia Amo. Il Pomo d’Oro. Francesco Corti, director. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de octubre de 2021.
Se nos van dando a conocer todas las óperas de Haendel, aunque es curioso que el ciclo Universo Barroco del CNDM repita este título menor del compositor, pues ya lo presentó en 2018. “Radamisto” no es una ópera más de Haendel, ya que se trata de la primera que escribiera para la Royal Academy of Music londinense, una sociedad que funcionaba por acciones suscritas por los poderosos de la época. ¡Cómo cambian los tiempos! Éstos ponían antes su dinero, ahora ponen el de los demás. La obra tuvo muchos cambios en la tesitura de los papeles hasta que el rol titular se asignó al famosos Senesino, castrato que arrolló en Londres.
Posiblemente haya sido el concierto que realmente ha marcado la vuelta a la normalidad en el Auditorio Nacional, con un lleno a reventar y colas interminables para acceder al recinto por las dos puertas abiertas. Unas dos mil personas, una al lado de la otra, con mascarillas y… un calor insoportable. Quizá el Auditorio Nacional no quisiese ver su factura de la luz por las nubes si ponía a funcionar el aire acondicionado. La verdad es que se hace difícil disfrutar así de la música y más cuando se trata de casi tres horas, descanso aparte. Hay que agradecer que se proyectasen los textos en el gran órgano, aunque no habría estado de más que los cantantes hubiesen reflejado en su vestimenta algún detalle de los papeles que abordaban.
Pero estaba la música de Haendel, aunque no sea lo mejor de su catálogo, y un plantel de intérpretes de calidad, con el relumbrón de Philippe Jaroussky. Sin duda un maravilloso contratenor, un artista excepcional y un divo tan universalmente reconocido como bien mercadotecnizado, aunque habrá quien prefiera las impactantes coloraturas de Bejun Mehta o la voz más extensa en el registro grave, con color de contralto, de Franco Faggioli. Posiblemente en lo que no hay duda es que su popularidad les supera desde que cantó a una beluga. La voz de Jaroussky sigue siendo clara, quizá demasiado sopranil, y tiene la virtud de proyectarse muy bien y resultar más expresivo que otros de sus colegas. Cantó impecablemente sus arias, muy especialmente “Ombra cara” y “Qual nave smarrita”.
Sin embargo, quizá se llevase el gato al agua la veterana Marie-Nicole Lemieux, poseedora de una voz de contralto auténtica, de fáciles coloraturas y buena artista. Recitativo y aria tras aria fue el único dúo de la obra, el de ella con Jaroussky -“Se teco vive il cor”- el que arrancó de verdad el entusiasmo, para reafirmarse en su aria “Deggio dunque”. Junto a ambos la soprano Emőke Baráth a buen nivel y algo menos, pero siempre digno el resto del reparto. Francesco Corti dirigió matizado pero con menos impulso del que otras veces ha hecho gala el conjunto Il Pomo d’Oro. Un gran éxito. Gonzalo Alonso
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