Un Sigfrido poderoso en el Liceu
SIEGFRIED (R. WAGNER)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 19 Marzo 2015.
Estas notas corresponden a la representación del considerado reparto principal, aunque, debido a cancelaciones, es difícil distinguir entre ambos repartos. De hecho, el protagonista ha sido el anunciado al frente del segundo reparto y ha habido también cancelación de Mime, que ha hecho que hayamos tenido el mismo intérprete en ambos repartos.
Nada añadiré a lo escrito el día pasado sobre la producción de Robert Carsen, que me sigue pareciendo bastante anodina y, por supuesto, por debajo de lo que yo siempre espero de este gran director de escena.
Escena
La dirección musical ha vuelto a estar en manos de Josep Pons y la misma me ha vuelto a parecer aseada y digna de un buen profesional, aunque nuevamente me ha parecido algo blanda. Curiosamente, Josep Pons ha ralentizado los tiempos en la escena final, en lo que supongo habrá tenido que ver el nuevo Siegfried.
Siegfried ha sido interpretado por el tenor alemán Stefan Vinke, inicialmente previsto para el segundo reparto, pero pasado al primero, tras la enfermedad de Lance Ryan. Stefan Vinke ha hecho una demostración de poderío a lo largo de la representación, llegando vivo y muy vivo al final de la misma. Si hay algún personaje que necesita un auténtico héroe vocal, además de un tenor heroico, éste es Sigfrido y hay que reconocer que el canto sin reservas del tenor alemán es digno de elogio y admiración. Más allá del poderío indiscutible, nos encontramos con un tenor de voz ancha, muy adecuado al personaje, pero con un timbre por demás poco atractivo y con un cantante para el que los matices tienen escasa importancia, limitándose a hacer demostración de decibelios en casi todas sus intervenciones. A mí me recordaba mucho a Wolfgang Schmidt, aquel tenor dramático de los años 90 y hoy dedicado a personajes secundarios. La voz de Schmidt era muy poco atractiva, pero muy poderosa, cantando todo en forte, y tuvo sus años de gloria, aunque duraron poco. El paralelismo es indudable.
Stefan Vinke
Brünnhilde fue interpretada por la soprano sueca Irene Theorin, que lo hizo de manera convincente. Hemos tenido estos días en el Liceu dos destacadas intérpretes de Brünnhilde y entre las dos se podía conseguir una excepcional. La sueca tiene un centro amplio y bien timbrado, más redondo que el de Catherine Foster. Sin embargo las notas altas en el caso de Irene Theorin bordean el grito, cuando no lo superan claramente.
El veterano Albert Dohmen dio vida al Wanderer y su actuación fue francamente buena. Dada su evolución vocal, es precisamente éste el Wotan que mejor le va actualmente y lo resolvió de manera notable.
Volvió a encargarse de Mime Gerhard Siegel, al cancelar por enfermedad Peter Bronder. Nadie le pudo echar en falta y Siegel repitió su destacada actuación del día anterior.
La polaca Ewa Podles fue una Erda perfectamente adecuada, con graves sonoros y volumen para dar y regalar. Otra cosa es su calidad vocal, que nunca me ha resultado particularmente atractiva.
El barítono Jochen Schmeckenbecher lo hizo bien en el personaje de Alberich, con voz sonora y bien manejada. Repetían Andreas Hörl (Fafner) y Cristina Toledo (Pájaro del Bosque).
Albert Dohmen y Ewa Podles
El Liceu ofrecía una entrada entre el 80 y e 85 % de su aforo. El público se mostró más satisfecho con el resultado de la representación que en el reparto anterior, dedicando un triunfo personal a Stefan Vinke, que parecía sinceramente emocionado y agradecido.
La representación comenzó puntualmente, como es habitual en el Liceu, y tuvo una duración de 5 horas y 3 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 5 minutos, es decir 6 minutos más que en el reparto anterior, estando toda la diferencia centrada en el tercer acto. Algo más de seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 176 euros, costando 123 la butaca de platea. La localidad más barata con visibilidad tenia un precio de 38 euros. Las había con visibilidad reducida o sin visibilidad por 26 y 9 euros, respectivamente.
SEGUNDO REPARTO
Sigue avanzando la Tetralogía wagneriana en el Liceu de Barcelona con este Siegfried, que ha resultado poco convincente. Escénicamente, me ha parecido la menos interesante de las tres entregas, musicalmente tampoco me ha resultado convincente y vocalmente el reparto ha resultado irregular, con algún fallo casi clamoroso. Hay que llamar la atención al hecho de que se trata del segundo de los repartos programados por el teatro.
Escena
La producción de Robert Carsen parecía ofrecer un hilo conductor interesante, centrado en la ecología, o más bien en los egoísmos humanos como causa de destrucción del planeta. Así uno lo entendía en Das Rheingold, pero en La Valquiria las cosas cambiaron y el concepto o dramaturgia comenzó a desaparecer. Más de lo mismo se puede decir de este Siegfried, donde las cosas comienzan con buen sentido, ofreciendo en el primer acto la morada de Mime y Siegfried en una especie de estercolero, dominado por una caravana y lleno de residuos y basura por todas partes. Hasta aquí parecía que volviéramos al concepto original del Oro del Rhin, pero en el segundo acto nos encontramos en un escenario lleno de árboles, que no puede ser más tradicional y convencional. Finalmente, en el último acto, las escenas del Wanderer, con Erda y Siegfried, se desarrollan en un sala medio en ruinas, que parece responder a la morada de Wotan y uno se pregunta qué hace ahí Sigfrido, que se supone va camino de la montaña a liberar a Brünnhilde. La escena final tiene lugar en un escenario desnudo, con Brünnhilde en el centro. Por mucho que uno piensa durante la representación, no consigo ver hilo conductor de ningún tipo, sino más bien una producción tradicional. La mencionada escenografía es obra de Patrick Kinmonth, autor también del vestuario, que tampoco ofrece nada de particular, con una Wanderer con abrigo y sombrero, quien en vez de lanza usa un bastón. La iluminación de Manfred Voss resulta adecuada, sin excesiva brillantez.
La dirección escénica se debe a Robert Carsen y la ha llevado adelante en le Liceu Eike Ecker, no pasando de simplemente narrar la historia. Sintiendo una gran admiración por Robert Carsen, cuyos trabajos escénicos he disfrutado en muchas ocasiones, confieso que a la decepción con Walküre ha seguido una mayor todavía con este Siegfried.
Escena
Volvía el director musical del teatro al podio y su dirección me ha resultado poco convincente. Estoy convencido de que Josep Pons es un excelente director sinfónico y un notable trabajador con las orquestas a su cargo, pero nunca me ha resultado convincente dirigiendo en foso. Esto es lo que me ha ocurrido también en esta ocasión. A su interpretación le faltaron matices y le sobró volumen orquestal. No todo en Wagner son decibelios ni mucho menos y Pons abusó de los mismos. Quizá sea Siegfried la ópera del Anillo que más necesita de un gran director, ya que es la que menos se defiende musicalmente por sí sola. Hace falta otro tipo de dirección en esta ópera. No me extraña que hubiera tantas deserciones tras el segundo descanso. La Orquesta Sinfónica del Liceu ha mejorado en manos de Josep Pons, lo que no deja de ser una noticia positiva, ya que en los últimos años era un auténtico problema.
Aunque se trataba del segundo reparto, el rol de Siegfried fue cubierto por el titular del primero, el canadiense Lance Ryan, que había suspendido las funciones anteriores, teniendo que ocupar su puesto el del segundo reparto, Stefan Vinke. El hecho de haber cantado tres funciones en cinco días llevó al Liceu con buen criterio a dar descanso a Vinke, saliendo en su lugar Lance Ryan, que así cantaba el rol titular por primera vez en Barcelona.
Lance Ryan nunca ha sido lo que podríamos llamar un heldentenor o tenor heroico, ya que su timbre siempre ha resultado un tanto blanquecino, pero ha sido casi una constante en Sigfrido en los teatros más importantes, ya que es uno de los pocos que es capaz de llegar vivo al final de la ópera. Su evolución en los últimos años es más bien preocupante, ya que su voz ha perdido amplitud y hoy resulta casi más adecuado para cantar Mime que Siegfried. La cosa fue particularmente llamativa en los dos primeros actos, donde la voz de Mime resultaba más poderosa que la del protagonista de la ópera, llegando con más facilidad a la sala. Es como si hubiéramos tenido dos Mimes en escena. El tercer acto funcionó mejor para Lance Ryan, aunque no descarto que se vio favorecido por hecho de que Mime muere en el segundo acto. Hoy Lance Ryan no es una solución en Sigfrido.
Escena
La soprano británica Catherine Foster fue una buena intérprete de Brünnhilde. Su voz no es muy poderosa en el centro, pero tampoco hace falta esto en Siegfried, ya que en esta ópera Brünnhilde ha de ser menos dramática que en Walküre o en Götterdämmerung. Su registro alto es brillante y pocas pegas se le pueden poner a la británica. El barítono americano Greer Grimsley fue una sorpresa agradable como Wanderer. Yo prefiero un bajo barítono en el personaje más que un barítono puro, a lo que responde más Grimsley, pero su actuación fue convincente, con una voz suficientemente amplia, algo corta en graves. Gerhard Siegel fue un estupendo Mime, uniendo su calidad escénica a un cantante de voz menos de tenor característico que lo que estamos acostumbrados en el personaje. De los dos Mimes en escena, el mejor era él en términos absolutos.
Escena
Alberich fue cubierto por Oleg Bryjak, que lo hizo razonablemente bien, echándose en falta una voz más “negra”, importante en este malvado personaje.
Erda pide a gritos la presencia de una contralto y Maria Radner no lo es y no entiendo qué hace en este reparto. Por un lado la voz es reducida y no pasa el muro que puso entre escenario y sala el maestro, pero sus graves además son inexistente y, por tanto, inaudible con o sin orquesta. Un error de reparto.
Andreas Hörl no pasó de cumplir en la parte de Fafner. Lo mismo se puede decir de Cristina Toledo como Pájaro del Bosque.
El Liceu ofrecía una entrada de alrededor del 80 % de su aforo. El público se mostró tibio durante la representación y al final de la misma. Los mayores aplausos fueron para Grimsley, Siegel y Catherine Foster.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 56 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 59 minutos. Cinco minutos de aplausos algo arrastrados. Salíamos del teatro al día siguiente de entrar.
El precio de la localidad más cara era de 176 euros, costando 123 la butaca de platea. La localidad más barata con visibilidad tenia un precio de 38 euros. Las había con visibilidad reducida o sin visibilidad por 26 y 9 euros, respectivamente. José M. Irurzun
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