Una Bohème de pura rutina
Una Bohème de pura rutina
Semperoper de Dresde. 6 Junio 2014
A la espera de Feuersnot, auténtica rareza del primer Richard Strauss, se me ofrecía laposibilidad de asistir a una representación de La Bohème en la Semperoper. No se podía esperar mucho de lo que se nos ofrecía sobre el papel y el resultado tampoco ha sido distinto al esperado. Una Bohème más con una producción de rutina, una prestación musical solvente y un reparto vocal más bien mediocre.
La producción de Christine Mielitz tiene ya más de 30 años de existencia y resulta un rabajo muy tradicional en todos los actos. La escenografía y el vestuario se deben a Peter Heilein y no ofrece nada distinto a lo tantas veces visto. La dirección escénica no ofrece originalidades, salvo el hecho de que la pobre Mimí no tiene una cama ni un sofá donde tumbarse en la buhardilla de los bohemios y muere sentada en una caja de madera y recostada en el piano. ¿No dormirían en camas los pobres artistas de la buhardilla?
Escena con otro reparto
Riccardo Frizza estuvo a cargo de la dirección musical y nos ofreció una lectura
correcta, con energía y vivacidad, aunque corta de inspiración y matices y con ciertoabuso de sonido. La Staatkapelle Dresden tuvo una buena actuación, pero lejos de lo que le pudimos escuchar hace unos días bajo Christian Thielemann.
La soprano Dinara Alieva sustituía a Marjorie Owens y salimos perdiendo con el cambio. Su Mimí se movió en la corrección, con una voz de cierto atractivo, pero también con cierta monotonía en su canto y un tanto corta de emoción. Ha sido una de las pocas veces en las que el aria Donde lieta usci no ha arrancado aplausos y eso que el maestro paró la orquesta…
Tenía mucho interés en escuchar al tenor coreano Yosep Kang, ya que es uno de los valores jóvenes de los que se habla mucho y bien últimamente y a quien no había tenido ocasión de escuchar sino en el reducido rol de Iopas en Les Troyens. La impresión es positiva, siendo el mejor cantante de todo el reparto, pero creo que Rodolfo no es el rol más apropiado a sus características vocales. Desde mi unto de vista es un tenor que debería encontrar su mejor empleo en las óperas de Mozart. Es un tenor lírico- ligero, con voz atractiva, que está muy bien emitida y sabe cantar.
Christoph Pohl era esta vez Marcello, tras su actuación hace unos días en Guglielmo. Si entonces me pareció engolado, esta vez la opinión queda refrendada. La voz no corre, se queda atrás y su Marcello no tiene interés. Vanessa Goikoetxea fue Musetta y lo hizo bien escénicamente, pero su tercio agudo resulta estridente. Iría mejor en otros personajes. Tomislav Lucic ofreció una voz de escaso interés en Colline. Tampoco fue capaz de arrancar aplausos en la Vecchia zimarra, a pesar de que también aquí Riccardo Frizza paró la orquesta. Con más pena que gloria el barítono Ilhun Jung como Schaunard. Cumplieron con su cometido Bernd Zettisch (Alcindoro) y Peter Lobert (Benoit).
La Semperoper estaba en esta ocasión prácticamente llena. No sé si los viernes animan a los habitantes de Dresde a ir a la ópera o si, simplemente, Puccini tiene aquí un tirón que no tiene Verdi. El público se mostró educado con los artistas, aunque no hubo entusiasmo, salvo algunos bravos aislados dirigidos a Yosep Kang.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 21 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 horas y 45 minutos. Cinco minutos de aplausos. El precio de la localidad más cara era de 113 euros. La mejor butaca de platea costaba 94 euros, aunque las había también por 70 euros. La localidad más barata costaba 27 euros. José M. Irurzun
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