Una gran Violeta para una Traviata un tanto rutinaria [Covent Garden]
Una gran Violeta para una Traviata un tanto rutinaria
LA TRAVIATA (G. VERDI)
Covent Garden de Londres. 21 Abril 2014.
Uno de los puntos álgidos de mi viaje a Londres era precisamente esta Traviata con la presencia de Diana Damrau como Violeta Valery. El resultado ha respondido a las expectativas en lo que a la soprano alemana se refiere, aunque en el resto del espectáculo ha habido luces y sombras.
Mucho se ha escrito sobre la imposibilidad de que una soprano haga justicia al personaje de Violeta en los tres actos de la ópera, ya que es muy difícil que una cantante pueda tener la coloratura y facilidad en agudos del Sempre Libera del primer acto, y el sentido dramático de los dos actos restantes, especialmente el dramatismo del Amami, Alfredo en el segundo y el Addio del passato en el último acto. Pocas han sido las sopranos que en la historia han hecho plenamente justicia al personaje sin recurrir a bajadas de tonos y trucos parecidos. Diana Damrau es una de esas pocas y, por supuesto, es la mejor intérprete actual del personaje. No sólamente es una magnífica cantante, sino que además es una intérprete escénica excepcional, viviendo su tragedia con una intensidad pocas veces vista. La soprano alemana sigue teniendo una gran facilidad en las notas altas, resolviendo con brillantez el MI sobre agudo de su gran escena que cierra el primera acto. Además ofrece un fraseo magnífico en el dúo con Papá Germont en el segundo acto, cantando de forma intachable todo el último acto. Quizá se puede echar en falta algo de mayor peso vocal en Amami, Alfredo, pero sería injusto quedarse con eso, cuando las virtudes de su interpretación son tan grandes. Una gran Violeta.
Los otros dos personajes importantes no estuvieron al excelente nivel de Diana Damrau. En el personaje de Alfredo estaba el italiano Fancesco Demuro, de quien no esperaba mucho y, en parte, estuvo mejor de lo que yo esperaba. Me sorprendió positivamente en el primer acto, ya que recordaba su deficiente actuación de Bilbao el año pasado en el Conde Leicester de Maria Stuarda. La voz tiene atractivo en el centro y está bien proyectada, mientras que hay acentos nasales en las notas altas, lo que se puso más en evidencia a partir del segundo ato. Hay aspectos en los que funciona muy bien, ya que su fraseo es elegante y tiene un muy notable dominio de la respiración. Las notas altas son un tanto irregulares. La voz se estrecha por arriba y a veces da la impresión de inseguridad, lo que no le impidió irse arriba en la cabaletta del segundo acto, que se interpretó sin repetición. Tiene que mejorar en expresividad, ya que es de esos cantantes estáticos y un tanto envarados en escena.
El barítono ruso Dmitri Hvorotovski me resultó un Germont un tanto decepcionante. La decepción siempre surge cuando las expectativas son altas y confieso que esperaba mucho más de él, teniendo en cuenta otras actuaciones suyas en el pasado. El fraseo me ha resultado menos elegante que en otras ocasiones y las notas altas menos brillantes.
Los personajes secundarios estuvieron por debajo de lo que uno puede esperar de este teatro. La mejor impresión la dejo la rusa Nadezhda Karyazina en el personaje de Flora, de voz bien timbrada y proyectada, aunque no muy bella. Voz pastosa y de calidad la del joven coreano Jihoon Kim como Doctor Grenvil. Por el contrario, me resultaron deficientes Jeremy White (Marqués D’Obigny), Luis Gomes (Gastone) y Michel De Souza (Barón Douphol). Cumplió bien Sarah Pring como Annina. La dirección musical estuvo encomendada a Dan Ettinger, que ofreció una lectura sin demasiado relieve. La suya fue una interpretación dirigida a acompañar a los cantantes, resultando poco inspirada en general. Todo en su sitio, pero nada particularmente destacable. A sus órdenes la Orquesta de la Royal Opera House ofreció su alta calidad habitual en el foso. Buena también la actuación del Coro de la Royal Opera.
La producción escénica lleva la firma de Richard Eyre y se ha convertido en un clásico en el Covent Garden. Se estrenó en 1994 para una joven Angela Gheorghiu, que debutaba en el personaje dirigida por Georg Solti. Desde entonces las reposiciones han sido muy numerosas y casi todos los grande cantantes han pasado por ella. La producción es atractiva en la primera parte de la ópera, siendo lo mejor el acto I. Lo más horterilla tiene lugar en la fiesta de Flora, con el escenario dominado por una gran mesa redonda, que lo mismo sirve par el juego que para las evoluciones de toreros y gitanas. Muy tradicional el escenario casi desnudo del último, acto. La escenografía y el
vestuario se deben a Bob Crowley, mientras que la adecuada iluminación lleva la firma de Jean Kalman. La dirección escénica no ofrece nada de particular, habiendo sido realizada en esta reposición por Daniel Dooner. Podríamos decir que es un espectáculo escénico para nostálgicos.
El Covent Garden estaba lleno en todas las localidades. El público se mostró cálido durante la representación, dedicando un triunfo personal a Diana Damrau en los saludos finales. Hubo también bravos para los Germont.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 8 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 7 minutos. Cuatro minutos de plausos y bravos, que aquí es bastante normal, ya que tienen la costumbre de bajar el telón y encender las luces tan pronto como pueden.
El precio de la localidad más cara era de 195 libras (230 euros, aproximadamente), habiendo butacas de platea por 156 libras. La entrada más barata con plena visibilidad costaba 29 libras. José M. Irurzun
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