Una ilusión
Una ilusión
Iba el otro día en el coche camino de El Escorial cuando, una vez pasado Galapagar, se comienza a ver una villa cada día más extendida, un monte que muestra los efectos de un incendio desgraciado y en cuyas laderas crecen más y más viviendas. A la izquierda se alza el imponente Monasterio y un poco a su derecha sobresale ligeramente una especie de muro blanco. Corresponde a la torre escénica de un teatro de ópera como pocos hay en España. Sus butacas -dos salas de 1250 y 300 localidades- están a punto de colocarse en un edificio casi terminado y expectante por abrirse al mundo. Todos los que lo han visto se han quedado maravillados.
Al mirarlo se me encogió el estómago. Imaginé anticipadamente la sensación de orgullo que podrá sentirse el día en que el Festival de El Escorial sea una referencia en el mundo. Sentí la misma sensación que cuando uno vislumbra la cima de Bayreuth o el edificio de Glyndebourne: la emoción de estar ante un símbolo musical.
Los Teatros de El Escorial -las citadas salas más el precioso Carlos III- habrían de funcionar como Glyndebourne, modelo conceptual para su festival. Producciones muy cuidadas en lo musical, con repartos de cantantes jóvenes que supongan una apuesta, con propuestas escénicas de vanguardia pero serias y de reducido coste, en las que la iluminación sea factor fundamental. Dos o tres óperas por año, con un título de producción propia como “Don Carlo” tan permanente y señero como pueda serlo “Aida” para Verona -Valencia ya está interesada en coproducirlo- y que periódicamente se renovaría, un segundo también coproducido que se repondría en años alternos y un tercero de alquiler para una sola ocasión. Tres representaciones por título. Los tres arropados por conciertos y recitales convenientemente diseñados aprovechando estancias y generosidades.
Y el resto del año, aparte Navidades y Pascua, como Glyndebourne, un taller que girase también por la geografía española. Un taller como el montado en Alcalá de Henares por Gian Carlo del Monaco, pero con sede permanente. Y una orquesta joven, como la Jonde, estudiando y trabajando de continuo. En El Escorial está el único centro de enseñanza musical integrada.
Miraba y me emocionaba. ¿Podrá ser todo realidad o se quedará en una ilusión?
Gonzalo ALONSO
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