Una ocasión perdida
Una ocasión perdida
El próximo lunes se estrenará en la Ópera de Munich la nueva ópera de Aribert Reimann, una de las figuras más importantes en el panorama de la composición contemporánea. Se trata de alguien muy querido en la ópera bávara, en cuyo teatro estrenó “Troades” en 1986, “Lear” en 1978, nada menos que con Fischer Dieskau, y “El castillo” en 1992.
De nuevo Reimann ha vuelto su mirada a los grandes títulos de la literatura para encontrar un asunto de su interés en qué basar su nueva obra. Tras Strindberg, Shakespeare, Euripides, Werfel y Kafka, el compositor ha escogido a Federico Garcia Lorca y su atormentado drama “La casa de Bernarda Alba” para su tercera ópera muniquesa. Los bávaros han tirado la casa por la ventana y será Harry Kupfer quien firmará la producción escénica, con bocetos de Frank Philipp Schlößmann, y Zubin Mehta quien tomará la batuta para dirigir a un elenco con figuras de tanto relieve como la joven Christine Schäfer o la veterana Helga Dernesch.
En principio la pieza de Lorca se ajusta muy bien a las características de Reimann, autor con un total dominio de la escritura vocal. No en vano acompañó hace años al piano a algunos de los grandes cantantes, habiendo quedado como hito su recital junto a Fischer Dieskau. En su estilo abunda un oscuro pesimismo -quizá una reminiscencia de una infancia vivida durante la pasada guerra- y, tal y como hiciera Britten, escribe cuidando la psicología individual y las características vocales de quienes van a ser los intérpretes de sus partituras.
La Ópera de Munich aborda el estreno en coproducción con la Ópera Cómica de Berlín y aquí empieza la cuestión que hoy nos atañe. Parece sorprendente que ningún coliseo español haya tenido la visión suficiente para apuntarse a esta coproducción aunque fuera un subiéndose a un tren en marcha. Y el reproche atañe a los dos grandes teatros españoles, al Liceo y, sobre todo, al Real. Este último ha presentado hasta la fecha únicamente estrenos de autores españoles. Quizá fuera ya hora de mirarnos un poco menos el ombligo y poner autores extranjeros al lado de los nuestros para promover su inquietud y estimular sus musas. Discutible resulta también que se haya anunciado la puesta en escena de una partitura de Henze para los próximos años en el teatro madrileño -Tielemann lo afirmaba hace un par de semanas en estas páginas- cuando es precisamente Henze el único compositor vivo de quien el teatro ha ofrecido ya una obra, “Las Basárides”. La repetición no parece lógica dentro de una oferta tan estrecha. “La casa de Bernarda Alba” habría sido una apuesta perfecta que no se ha jugado, posiblemente por ignorancia. Va siendo hora de que el Teatro Real también se ponga las pilas en estas materias. Gonzalo ALONSO
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