Una reveladora conversación con Nucci
Una conversación con Nucci
El gran barítono Leo Nucci, el “Rigoletto” de las últimas décadas y al que el Consejo de Ministros acaba de otorgar la Medalla a las Bellas Artes, se avino a mantener un coloquio en La Quinta de Mahler con Rafael Banús y con quien firma este artículo. Creo que resultaron reveladores muchos de sus comentarios y apreciaciones y por ello les reflejo hoy una selección de ellos.
“Yo empecé a cantar en un momento en que la ópera vivía una etapa de esplendor. En mis principios canté Pagliacci con Mario del Monaco, y también lo canté en concierto con Ferrucio Tagliavini, tengo grabaciones con la Sutherland… y digo esto para remarcar que entonces, cuando debuté en 1967 en Italia, podía haber al menos quince barítonos mejores que yo, seguro. El tema es que hoy, como mucho, queda uno de esos. Y no lo digo para levantar polémica, lo digo porque me preocupa de verdad. Los barítonos que hoy día se consideran extraordinarios tienen como 25 años menos que yo, y cuando los escucho cantar me preocupo, porque creo que hay una tradición que va a perderse. Hoy casi nadie hace carreras de 50 años, y eso es un gran problema porque los cantantes jóvenes se quedan sin grandes figuras en las que fijarse”.
“Hoy día hay muchos concursos, y eso es un problema porque, o al menos a mí me lo parece, los cantantes se transforman en profesionales de los concursos. Perfeccionan un aria o dos, las cantan, y ganan, pero después, cuando suben al escenario, no saben hacer nada. Cuando yo era joven no estudiábamos para ganar concursos, sino que aprendíamos de escuchar a otros cantantes. En Spoleto podíamos pasar hasta un año ensayando una obra, recuerdo perfectamente a Carlo Piccinato enseñándome cómo tenía que ponerme frente al público en El barbero de Sevilla. Hay que saber colocar la voz, y al mismo tiempo hay que interpretar la frase y sus pausas. Una cosa es cantar muchas notas, y otra cosa hacer música. Y esto no se aprende dedicándose uno a ganar concursos”.
“Hay tantos y tantos cantantes jóvenes que han tenido problemas con las cuerdas vocales, que creo que está más que demostrado que no existe foniatra como un buen maestro de canto que te enseñe de verdad cómo colocar la voz.”
“Verdi escribió en una de sus cartas que en su música había que cantar el recitativo y recitar el aria, y también que, precisamente, su objetivo era la palabra cantada. Luego viene la pasión por la ópera, los does de pecho de “Di quella pira” y tal. Todo eso, de acuerdo, también lo ha escrito Verdi… pero no es Verdi”.
“¿Va a cerrar una ópera porque siempre se programe la misma producción? A mí me parece que no. Es el milagro de la ópera: que haciendo lo mismo con diferentes cantantes, La bohème es siempre La bohème. Por eso, La bohème de Zeffirelli debe ser lo mismo que La bohème de Puccini, o sea, La bohème. Como El barbero de Sevilla de Ponelle es El barbero de Sevilla. Y claro, habrá gente que dirá “Pero bueno, ¡no voy a ver siempre lo mismo!”. Error: no se va a ver, se va a escuchar. La función de la escena es ayudar al intérprete, porque a la ópera se va a escuchar: el intérprete es el que debe marcar la diferencia entre producciones, no la puesta en escena; tal como ocurre cuando se va a escuchar una sinfonía, que es diferente dependiendo de la orquesta y del director. Pero el mundo ha cambiado y la ópera no puede dejar de seguir a los tiempos que corren. Y la verdad es que lo siento mucho”.
Terminaba con una tajante aseveración: “Soy un cantante serio, no de serie”. Se podrá decir más alto, pero no más claro. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios