Una Tosca inolvidable
Una Tosca inolvidable
TOSCA (G. PUCCINI)
Nationaltheater de Munich. 1 Julio 2016.
He sido uno de los privilegiados que ha tenido la suerte de asistir a esta representación de Tosca, que es de las que quedará en el recuerdo de los espectadores por mucho tiempo. Nuca habría creído que después de muchos años y muchas Toscas, de pronto podría asistir a una representación de esta obra maestra de Puccini que me produjera la misma sensación que cuando la escuché por primera vez. En medio ha habido de todo, primando la mediocridad sobre la calidad. En esta ocasión, sin embargo, el resultado es espectacular, excepcional y cuantos calificativos se le puedan añadir.
Esta temporada 2015-2016 ha tenido dos momentos excepcionales, de los que uno no se olvida fácilmente. Me estoy refiriendo al Lohengrin del pasado mes de Mayo en Dresde y a esta Tosca en Munich. En ambos casos las expectativas no podían ser más altas y el resultado ha sido espectacular. También en los dos casos se daba la circunstancia de que al frente de la dirección musical estaban dos de los más grandes directores de la actualidad, como son Christian Thielemann y Kirill Petrenko. Finalmente, los repartos vocales eran dignos de la mejor grabación discográfica: Beczala, Netrebko y Herlitzius en Dresde; Harteros, Kaufmann y Terfel en Munich.
Hace tiempo que llegué a la conclusión de que la pieza clave y más importante de una representación de ópera es el director musical. A esta conclusión se llega, cuando uno ha frecuentado teatros de ópera y ha tenido la suerte de asistir a representaciones con directores excepcionales. Es entonces cuando uno se da cuenta de la importancia de su figura. Algo parecido a lo que ocurrió en Madrid en el pasado San Isidro con Manzanares o lo ocurrido en Istres con Enrique Ponce. Cuando uno ve lo excepcional, se da cuenta de la abundancia de mediocridades. Mucho me va a costar volver a asistir a una representación de Tosca.
La Bayesrische Staatsoper tiene la gran fortuna de contar con Kirill Petrenko como director musical, aunque sus apariciones en Munich en el futuro serán más esporádicas, al tener que hacer frente a sus responsabilidades como director titular de la Filarmónica de Berlín. Kirill Petrenko es uno de los más grandes directores de la actualidad, al que se le identifica normalmente con el repertorio ruso o alemán, siendo más raro verle dirigir ópera italiana. Su dirección de Tosca ha sido prodigiosa, de una musicalidad impresionante y de una delicadeza exquisita. En el primer acto pudo a veces dar la impresión de que había exceso de sonido proveniente del foso, aunque creo que la impresión tenía más que ver con quien estaba en el escenario que con quien dirigía en el foso. Fue impresionante su lectura del segundo acto, con una tensión raras veces experimentada en esta auténtica pieza maestra de teatro. ¡Y qué decir del tercer acto! La música que salía del foso en la primer parte de este acto era sencillamente prodigiosa, de las que uno no olvida. ¡Que gran director es Kirill Petrenko! Merece la pena venir a Munich solo por él, aunque haya otras muchas razones artísticas para hacerlo. A su inmensa calidad musical, hay que unir una humildad difícil de entender en un artista como él. En las antípodas de otras figuras de la dirección musical. Muy buena la prestación de la Bayerische Staatsorchester, que bajo su batuta se convierte en una orquesta prodigiosa
Si a mí me hubiera preguntado alguien cuál es hoy el reparto ideal de Tosca, mi contestación habría sido Anja Harteros, Jonas Kaufmann y Bryn Terfel. Ni más ni menos que lo hemos tenido en el escenario del teatro de Munich.
Anja Harteros volvía a ser Tosca en Munich, repitiendo su presencia en el personaje de hace un par de años. Su actuación en esta ocasión ha sido magnífica. Estamos, si me lo permiten, ante la mejor soprano de la actualidad, aunque hay otras que la superen en glamour o popularidad. Su Tosca fue un vendaval de intensidad dramática y de canto exquisito y controlado en todo momento, aparte de unas dotes de actriz muy superiores a las de otras ocasiones. Se notaba que hay una química muy especial entre ella y Jonas Kaufmann, ya que los dos han cantado muchas veces juntos en Munich. Precisamente, si algo faltó a su Tosca de hace dos años fue la química con su Cavaradossi de entonces, que fue una sustitución de última hora y que lo más que podía inspirar era compasión. Esta Tosca quedará para el recuerdo, como quedará su impresionante Vissi d’arte. Cuento los días para volver a verla en este escenario en la Marschallin del Rosenkavalier.
En un reparto de ensueño, como el que nos ocupa, no podía faltar el tenor Jonas Kaufmann, posiblemente el tenor más importante de la actualidad. Aunque no sea un demérito, debo decir que su actuación quedó un tanto por debajo de las de sus compañeros de reparto. En el primer acto la voz de Kaufmann no corría demasiado bien, debido a ese más o menos ligero engolamiento de su voz, pasando sin exceso de brillo por Recondita armonia. Mejoró en el dúo con Tosca, aunque le he visto mejores actuaciones. Lo mejor por su parte vino en el tercer acto. Muchos aficionados a la ópera
en disco me entenderán si les digo que Jonas Kaufmann cantó E lucevam le stelle y O, dolci mani a la manera de Miguel Fleta, todo lo almibarado que se quiera, pero que solo está al alcance de grandísimos cantantes. Aquí, efectivamente, Jonas Kaufmann demostró toda su categoría de cantante y no les falta razón a quienes consideran que es el mejor tenor de la actualidad.
El gran Bryn Terfel fue el Barón Scarpia. No digo que interpretó al Barón Scarpia, sino que lo fue. Nunca he visto cantar esta parte con tanta intención, tantos matices y tal variedad de colores en su canto. Había tenido la suerte de ver a Bryn Terfel en este personaje en otras ocasiones, pero lo de ahora ha sido sencillamente prodigioso. No hubo frase ni siquiera sílaba que no tuviera la intención y el acento precisos. Su Scarpia se movió entre la nobleza y los bajos instintos en una actuación excepcional. Incluso le he encontrado mejor vocalmente que las últimas veces. No hay barítono que pueda competir con Terfel en este personaje.
En los personajes secundarios Goran Juric fue un sonoro Angelotti. Christoph Stephinger, un más bien modesto Sacristán tanto vocal como escénicamente. Kevin Conners fue un consumado Spoletta. Christian Rieger, un adecuado Sciarrone.
Se reponía la producción de Luc Bondy, cuyo estreno en el Metropolitan en Septiembre de 2009 trajo consigo el escándalo, al sustituir a la antigua producción de Franco Zeffirelli, tan amada en la ciudad de los rascacielos. La verdad es que esta producción puede gustar más o menos, pero difícilmente puede provocar un escándalo. Se trata de una producción tradicional La escenografía de Richard Peduzzi no tiene la espectacularidad de otras, pero sigue fielmente al libreto. Una Iglesia un tanto pobretona en el primer acto, el Palacio Farnese en el segundo, aunque podría ser una habitación de un hotel, ya que los lujos eran más bien escasos, y, finalmente una terraza elevada en una fortaleza, aunque falta el famoso Ángel. El vestuario de Milena Canonero responde a la época del libreto y resulta adecuado, particularmente en lo que se refiere a
la diva. Hay algunas novedades en la producción, particularmente en el segundo acto, en el que Scarpia no muere a manos de Tosca acuchillado repetidas veces, como ocurría anteriormente, sino de una única y certera puñalada. También en esta ocasión se prescinde al final del acto del absurdo momento en que Tosca descansa en el sofá, mientras se da aire con el abanico de la Atavanti. En resumen, una producción clásica y tradicional, menos espectacular que otras y corta de brillantez en muchos momentos.
El Nationaltheater estaba a reventar y la presencia de Suche Karte en los alrededores parecía una manifestación. El público dedicó un triunfo indudable a los tres protagonistas y a Kirill Petrenko.
La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 25 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 49 minutos. Nada menos que 16 minutos de ovaciones y bravos.
El precio de la localidad más cara era de 243 euros, habiendo butacas de platea al precio de 143 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 67 euros. Son los precios más altos que jamás he visto en Munich, pero la ocasión era muy especial. José M. Irurzun
Fotos: W. Hösl
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