Sokolov: Una vez al año… una bendición
Una vez al año… una bendición
De entre los pianistas que empezaron a desarrollar su carrera el siglo pasado, Grigory Sokolov es, posiblemente, el que más y mejor ha evolucionado. A punto de cumplir los 67 años, esa evolución viene marcada por un extraño tono; tan extraño como a veces parece su comportamiento ante el público. Porque ¿acaso no lo es que un señor –niño prodigio capaz de protagonizar las más espectaculares gestas al piano- que a los 16 años se corona en el Concurso Internacional Chaikovski haya de esperar a ser conocido un montón de años más? Emil Gilels, que presidía el Jurado, se quedó de una pieza cuando escuchó por primera vez este trueno que al mismo tiempo era capaz de deslizar sus manos por el teclado como si fuera de cristal. ¿Cuál es la rareza, entonces? Pues que este músico tímido y comedido entró en el mercado del disco en Occidente, bastante después, explotando más su capacidad para atronar, absolutamente espectacular, que para contarnos esas historias pianísticas pequeñas e íntimas que hoy relata en sus recitales con una elocuencia musical única y personal. Nos gusta mucho más este Sokolov que aquel, tan potente y ruidoso; nos gusta mucho más porque sus reflexiones musicales son de más calado; sus interpretaciones más llenas de propuestas a descubrir, de sugerencias, de subtextos… En la antigua Unión Soviética era más fácil hacerse pianista que músico. Sokolov, al trasladarse a Occidente, da ese paso: desde el pianista brillante al músico introspectivo. Y en ello sigue hoy, cada día más ensimismado.
No hay más que ver sus programas para entender todo esto. Y programas que, además, suele cerrar con una paciencia de santo, tal es el esfuerzo que realiza para decidir lo que quiere (o no le apetece) tocar en un momento determinado. Esta vez, en esta visita anual al Ciclo de Grandes Intérpretes, que ya se ha hecho tradición, vuelve a dar en la diana al elegir el repertorio, que, además de brillar en su contenido total, incluye músicas de un autor que, siendo uno de los más importantes y determinantes de la historia, sigue siendo maldito en las salas de conciertos: Franz Joseph Haydn. La primera parte del recital estará estructurada en torno al mundo de sus sonatas para teclado, 60 piezas numeradas, más otras incursiones de no menos enjundia. Sokolov tocará las en Sol menor Hob. XVI: 44, en Si menor Hob.XVI: 32 y Do sostenido menor Hob.XVI: 36, las tres en tonalidad menor, y solo la primera en dos movimientos, pero, por cierto, con un Moderato inicial de casi doce minutos de cortar la respiración. Claro que para cortes de respiración los que podemos esperar tener en la segunda parte, cuando Sokolov aborde la serie de Impromptus D.935 de Franz Schubert. Sin la menor duda va a ser un concierto de extrema densidad, en el que más de una emoción añadida va a haber, pues en él se homenajeará la figura de Javier Alfaya, presidente de la Fundación Scherzo, recientemente fallecido. Desde aquí, un beso para Barbara, su esposa, extensivo a su hijo Patrick, director de la Quincena Musical de San Sebastián. Pedro González Mira
Grigory Sokolov, piano. Obras de Haydn y Schubert. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Lunes 26, 19.30. Entre 25 y 57 €.
Últimos comentarios