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Por Publicado el: 12/03/2005Categorías: Crítica

Valencia, Italianos olvidados para dos hemenajes

Temporada del Palau de Valencia
Italianos olvidados para dos hemenajes
Obras de Martucci, Respighi y Wolf-Ferrari. Mª José Montiel, Ofelia Sala, Bruno de Simona. Orquesta de Valencia. Miguel A. Gómez Martínez, director. Palau de la Música. Valencia, 11 de marzo.
Uno de los aciertos de toda programación es siempre la variedad. En el Palau valenciano se lleva a cabo un espléndido ciclo sobre Schönberg y paralelamente se ofrece un programa de compositores italianos que podrían calificarse como “trasnochados” y “olvidados”. Martucci, Respighi y Wolf-Ferrari, encuadrados los tres entre finales del XIX y principios del XX, se refugiaron en los mundos de Chopin o Fauré o incluso Mozart en contra de la vanguardia europea, pero escribieron algunas obras de interés que sólo hoy empiezan a recuperarse.
El “Nocturno Op.70 n1” de Martucci es pieza favorita en las propinas de Riccardo Muti, seis minutos inspirados, bonitos hasta el empalagamiento. “Il Tramonto para mezzosoprano y cuarteto de cuerda” –adaptado en Valencia para toda ella- posee más entidad. Lo habían ya interpretado en la ciudad Renata Scotto y la propia esposa del compositor. Se trata de un canto, casi parlamento, cuyo texto de amor y muerte termina “¡Oh! Que mi epitafio, y también el tuyo, sea “Paz”. Y que éste sea en sus labios el único lamento”. Palabras que, por circunstancias del destino, venían muy bien tras el minuto de silencio dedicado a las víctimas del 11M al año del atentado. Como encajaba perfectamente en un concierto con el que se homenajeaba a Victoria de los Ángeles “El secreto de Susana” de Wolf-Ferari, puesto que fue una de las dos únicas óperas –“Bodas de Fígaro” la otra- que la soprano cantó en Valencia.
María José Montiel dijo muy bien su parte en lo que es una especie de poema entre Strauss y Debussy, mostrando la clase y musicalidad a las que nos tiene acostumbrados una artista –insisto una vez más- desaprovechada por nuestro “sabios” gestores. Ofelia Sala es también una cantante muy musical, una lírica-ligera de grato color, a quien le falta un punto de intención en la expresión. Justo el punto que le sobra al barítono Bruno de Simone, escaso en cambio en el arte de la medición.
El muy ameno y bien estructurado programa fue dirigido por Miguel A. Gómez Martínez, en la cresta de la ola con una docena de representaciones de “Werther” y “Ballo in maschera” en Viena. Cosas de la vida, Frühbeck y él son quienes más ópera dirigen en los teatros de importancia más allá de nuestras fronteras y aquí parecen -¿no lo estarán realmente?- proscritos por alguien. Hubo vivacidad, intensidad y expresión, acompañó bien a los cantantes sin dudar en “dar caña” cuando se requería e volvió a obtener de la Orquesta de Valencia un sonido precioso. Con este nivel, de los mejores en España, no puede bajarse la guardia. Gonzalo ALONSO

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