Critica: Verdi y Bach en tono menor con Ibermúsica
Verdi y Bach en tono menor
Verdi: Requiem. Carmela Remigio, Anna Bonitatibus, Valentino Buzza, Fabrizio Beggi. Orquesta y Coro Sinfónico de Milán. Director: Claus Peter Flor.
Bach: Misa en si menor. Aki Matsui, Joanne Lunn, Alexander Chance, James Gilchrist y Christian Immler. Bach Collegium Japan. Masaaki Suzuki, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 09 y 10 de noviembre de 2022.
Racha de conciertos casi consecutivos de Ibermúsica con las huestes del Concertgebouw, las de la Sinfónica de Milán, las del Bach Collegium Japan y las de Santa Cecilia de Roma. Alguno de estos conciertos obedecían a recuperaciones de tiempos en los que la pandemia nos daba más miedo que ahora. Obviamente poco tienen que ver unas formaciones con otras. Tras la formación holandesa era obvio que habríamos de bajar unos cuantos peldaños con la milanesa. Caro concierto el del “Rquiem” verdiano, con una gran plantilla orquestas, una cuarentena de coristas y cuatro solistas. Me viene al recuerdo un comentario que hace años me hizo Alfonso Aijón: “El Requiem de Verdi siempre me trae problemas. Tengo pocas ganas de reprogramarlo”. De hecho, Ibermúsica sólo lo ha ofrecido en cinco ocasiones desde 1986, pero con directores de la talla de Mehta, Giulini, Eschenbach o Jurowski.
No se pudo alcanzar en esta ocasión el nivel de las anteriores y este Verdi discurrió en tono menor, un tono menor que no tiene que ver con la tonalidad en “sol menor” del “Dies Irae” ni con el de “si menor” de la misa bachiana. Simplemente imperó la discreción. Mejor, sin ser tampoco excepcional, el coro que la orquesta, bajo la batuta de Claus Peter Flor, más acertada en los pasajes líricos que en los dramáticos, en donde la percusión y muy especialmente el timbalero, se pasó. Bien es verdad que con el cuarteto vocal era mejor controlar el volumen en los primeros pasajes citados, ya que no brilló por potencia. Muy escasa Carmelo Remigio, una soprano de quien cierto director -adivinen- declaró que era mejor que Caballé. En fin… Quedó lejos de las exigencias para la página final, curiosamente la primera que compuso Verdi como encargo sin estrenar tras la muerte de Rossini, y falta de la emoción que debe suscitar. Esta emotividad fue la carencia principal de la versión ofrecida. Discretos tenor y bajo y a algo mejor nivel la mezzo Anna Bonitatibus, pero escasa de graves en su gran página “Liber scriptus”. Con todo, fue posible disfrutar por los momentos sublimes de la obra, como ese “Lacrimosa” que también utilizó el compositor en la escena de la prisión de su “Don Carlo”.
El Bach Collegium Japan, con Masaaki Suzuki, venía precedido de una notable fama bachiana, habiendo realizado una premiada grabación integral de las “Cantatas Sacras” además de motetes, pasiones, etc. Buena lectura de Suzuki, que empleó una formación similar a la de los tiempos del autor. Hoy día se suele ofrecer así este repertorio, aunque otros echemos de menos una mayor presencia orquestal. Las doce cuerdas quedaron escasas de volumen y la parquedad instrumental dejó al descubierto algún que otro fallo, como el del corno da caccia. El mejor de los solistas, dignos sin grandezas, fue el contratenor Alexander Chance, sin que pudiésemos evitar recordar que su parte corresponde en realidad a una contralto, voz en extinción. No podemos desear ya una Kathleen Ferrier para el “Qui sedes” o el “Agnus Dei”, pero si quizá aquella Norma Procter de los años setenta, pero tampoco…
Con todo, ambas ocasiones dieron lugar al disfrute porque las obras son las que son y se ofrecieron con dignidad. Gonzalo Alonso
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