Versionar
En fechas aun recientes hemos escuchado en Madrid a dos de los pianistas rusos mas reputados: Ugorsky y Sokolov. Ambos, grandes solistas en lo técnico, representan lo que podríamos denominar “el arte de versionar”. Me viene al recuerdo una anécdota entre Charles Mackerras y Teresa Berganza cuando en una ocasión se encontraron en una opera de Rossini. “Señora Berganza, el compositor no quería así la interpretación, sino asa”, le reprochó el director en un ensayos. La diva respondió: “Mire maestro, anoche cene con Rossini y me dijo justo lo contrario”.Esta claro que el interprete ha de recrear las partituras, pero la recrear no es rescribir. Todo tiene unos limites. Bach no suena como Beethoven, por mas que se quiera y Beethoven escribió unos tempos y unas dinámicas determinadas y no otras.
Hasta hace unos cinco lustros nadie se encontraba en la obligación de ser “original”, de tocar las cosas de otra forma. El buen sonido de los discos nos ha traído muchas cosas buenas, sobre todo el poder escuchar en casa cualquier obra cuando queramos. Antes era imprescindible ir a las salas de conciertos y, por tanto, la frecuencia con la que se escuchaban las obras era mucho menor, porque además los conciertos eran menos. Muchos oyentes se conformarán con escuchar un Beethoven tocado como siempre, pero las casas discográficas no. Necesitan vender y ¿quién va a comprar la Op.111 de Fulanneue si tiene ya la de Kempff?. No, el que quiera volverla a grabar ha de aportar algo “nuevo”, mejor incluso si es polémico Así nacieron los Pogorelich, Pletnev, Sokolov, Ugorsky y compañía.
Y uno puede perfectamente disfrutar con el Bach almibarado de Sokolov o el mas matemático de Schiff, incluso preferir uno u otro. Lo que no puede hacer es tachar de purista a quien sabe ver las diferencias entre ambos, entre lo escrito y lo añadido. A mi me han encantado siempre los pianísimos de Caballé, pero no olvido lo que de ella escribió la mítica Ponselle: “tiene la costumbre de cantar las cosas al revés de como están escritas”. Era una exageración, pero es cierto que las dosis de libertad son grandes. Lo cortes no quita lo valiente: disfrutar si, pero de ahí a convertir en dogma de fe el “arte de versionar” hay un trecho.
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