Vetos, censuras y silencios
Vetos, censuras y silencios
Resulta realmente inquietante lo que está sucediendo en el mundo de la cultura española y, dentro de él, en el de la música. La semana pasada intentaba este Cultural ofrecer un panorama de la actuación del actual gobierno en temas culturales. La redacción se encontró con la sorpresa de que casi nadie estaba dispuesto a dar sus opiniones. Era algo que había advertido que sucedería. Desde hace meses, y cada vez con más frecuencia, me llegan comentarios de censuras, vetos y otras cuestiones similares.
He oído y comprobado de intentos por alejar críticos o periodistas de los órganos de gobierno de instituciones musicales, frustrados en algún caso – me sorprende la torpeza de quienes no tienen en cuenta que el “supuesto enemigo” mejor en casa y controlado que fuera y descontrolado- o conseguidos en otros. Así Enrique Franco y José Luis Pérez Arteaga han tenido que abandonar el Patronato del Festival de Granada a fin de colocar personas “más próximas”. Uno se pregunta si tal proximidad es geográfica o ideológica. Críticas como la de “La verbena de la Paloma” seguramente no sientan bien, pero no pueden ser objeto de represalias. ¿Y qué decir de la situación existente en Sevilla, donde el poder político local ha abierto tremendas heridas en la prensa local? A los críticos no “próximos”, que son la mayoría, se les ha dejado de invitar a las conferencias de prensa, a cócteles e incluso a escribir notas a los programas de mano. Todo por alertar de intromisiones inaceptables de la política en la música. Sería conveniente que alguien emprendiese el camino de volver a construir los puentes volados. Y hay mucho más, como vetos a la presencia de ciertos críticos en determinados sitios.
Quienes vengan leyendo estas columnas desde hace años saben perfectamente que jamás se ha manifestado en ellas tendencia política concreta alguna, sino que siempre han tratado de advertir de arrores o abusos del poder de turno Pues bien, estamos volviendo rápidamente a situaciones casi olvidadas de finales de los años ochenta y primeros noventa. De ahí que la mayoría de los representantes de la música consultados la pasada semana hayan preferido callar. “Podría contar muchas cosas, pero no voy a hacerlo”, era la frase más común. ¿Por qué ciertas culturas han de ser tan sectarias?
Gonzalo ALONSO
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