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Homenaje a Odón Alonso
Rotundo e inspirado inicio de ciclo
Por Publicado el: 22/09/2004Categorías: Crítica

Viaje con rumbo

XI Ciclo de lied
Viaje con rumbo
“Viaje de invierno” de Schubert. Thomas Hampson, barítono y W.Rieger, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 20 de septiembre.
El “Viaje de invierno” no sólo es una de las cimas schubertianas sino de todo el lied. Thomas Hampson es uno de los tres primeros barítonos del presente y los seguidores constantes del Ciclo de Lied le echabamos de menos desde hacía cinco años. De ahí que la expectación fuese máxima, como el calor del recibimiento. Del calor durante los ochenta minutos de recital fueron responsables los técnicos del teatro.
En los últimos ciclos hemos escuchado la misma obra a Mathias Goerne, Thomas Quasthoff y a Dietrich Henschel. El cuarteto de ases demuestra de qué diferentes formas y perfectamente válidas, se puede abordar una misma partitura. El cantante americano no viaja sin rumbo. Conoce perfectamente el viaje solitario, a través de los recuerdos, de un proscrito al que hasta la naturaleza se le vuelve en contra. Lo conoce, lo siente y lo transmite. La voz no ha perdido poder en estos cinco años. Resulta un placer escuchar un timbre varonil, de auténtico barítono, asentado arriba y abajo, dúctil… Quizá, si se ha de poner algún pero, la intensidad en la expresión corre un punto por debajo de la calidad vocal, lo que suple teatral y en cierta forma operísticamente.
Empezó, con una pronunciación impecable, entrecortando las notas del “Buenas noches”, marcando los “staccatos”, lo que repitió en varias de las veinticuatro piezas que componen el periplo. La plenitud vocal le sirvió para desplegar un amplio abanico de matices. Baste citar la interioridad del “Sueño primaveral” o la delicadeza de la primera parte de “La posada” y su contraste con el temperamental final. Canto y expresión física iban de la mano, sin que se pudiera distinguir cuál era causa y cuál efecto. La mirada perdida al terminar alguno de los versos de Müller situaban al viajero como transportado desde una naturaleza enemiga a un escenario lleno de amigos. Así se demostró al final con una larguísima ovación que, afortunadamente, ni artistas ni público cortaron con propinas.
Escribo artistas y es que la labor de Wolfram Rieger fue entregada y fina, logrando una compenetración total. Estamos ante uno de las grandes acompañantes de nuestros días. Sólo hay un “Viaje de invierno” que entre mis recuerdos permanece por encima y en ello hubo también una parte de predisposición y admiración a los mitos. Fueron sus protagonistas Dietrich Fischer Dieskau y Alfred Brendel. Gonzalo ALONSO

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