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Por Publicado el: 17/03/2025Categorías: Crítica

Crítica: Vibrante “Norma” en Viena con Juan Diego Flórez en el reparto

Crítica: Vibrante Norma en Viena con Juan Diego Flórez en el reparto

Norma. Federica Lombardi, Juan Diego Flórez, Vasilisa Berzhanskaya, Ildebrando D’Arcangelo. Coro y Orquesta de la Wiener Staatsoper. Director de escena: Cyril Teste. Director musical: Antonio Fogliani. Wiener Staatsoper, 15 de marzo de 2025.

Crítica: Vibrante Norma en Viena con Juan Diego Flórez en el repartoNorma. Federica Lombardi, Juan Diego Flórez, Vasilisa Berzhanskaya, Ildebrando D’Arcangelo. Coro y Orquesta de la Wiener Staatsoper. Director de escena: Cyril Teste. Director musical: Antonio Fogliani. Wiener Staatsoper, 15 de marzo de 2025.

Federica Lombardi en Norma

Pocas veces, si no ninguna, he podido escuchar una Norma más encendida, más trágica y desmesurada (en el mejor sentido del término) que ésta de Viena, con un reparto de campanillas comprometido al cien por cien con esta auténtica tragedia lírica de Bellini. Para empezar, un Antonio Fogliani (debutante en el Teatro del Ring vienés) a quien parecía transmitirle electricidad y fuego la batuta. Desde la obertura se pudo comprobar que íbamos a escuchar una Norma llena de brío, de tempos rápidos pero no apresurados, con especial atención a los acentos más dramáticos, firmando los números de conjunto con garra y auténtico ardor.

Pero ello no significó que se centrara solo en los volúmenes y los acentos. Todo lo contrario. Fue extraordinaria su manera de frasear con la orquesta en las escenas íntimas y delicadas, haciendo que del foso emergiese un sonido aterciopelado, con unas frases de chelos realmente conmovedoras y con delicadeza en las frases de las maderas. Y sin tapar en ningún momento a los cantantes, todo lo contrario.

Francesca Lombardi empezó algo fría el “Casta diva” (¿Quién no ante esta pieza de salida?), con sonidos fijos, sin apenas reguladores. Pero una vez entrada en harina mostró una espléndida voz lírica, con cuerpo y sobrado volumen, pero también con delicadeza en el fraseo en las escenas más conmovedoras, en las que los acentos herían como puñales y las medias voces hacían llorar.

Toda la escena con la que se abre el segundo acto fue en sus manos una tremenda lección de sensibilidad en la expresión capaz de conmover al más inflexible de los críticos. Por otra parte, en los enfrentamientos con Pollione salía a relucir la furia del despecho y la ira de la depositaria de la identidad étnica de su pueblo oprimido.

Juan Diego Flórez no es a priori la voz que se nos viene a la mente para un Pollione que ha tenido a los Corelli, Del Monaco o Lavirgen a sus mejores intérpretes. La voz ya se asienta más sobre lo lírico que sobre lo ligero, pero le sigue faltando el volumen (en el concertante final no se le oía) y la espesura en el  centro para este personaje.

Pero hay que reconocer que todo esto lo suplió con una extraordinaria exhibición de entrega a la interpretación, con un fraseo lleno de arrojo, siempre intencionado, dramático y expresivo, cargado de acentos siempre en las notas justas. El brillo y el squillo siguen impolutos y los agudos (Si bemol en su primera intervención, preparado con una pequeña pausa) siguen refulgiendo, pero se nota que alguno está puesto allí más para lucirse que otra cosa. 

Vasilisa Berzhanskaya fue una Adalgisa ideal. La voz es densa, de ribetes oscuros como los de las clásicas mezzos eslavas, pero sin la guturalidad y el engolamiento de esa escuela. Por el contrario, la voz está fuera, perfectamente proyectada, con una bellísima gama de colores y con un amplísimo espectro que la llevaba a emitir unos agudos brillantísimos y con mayor penetración que los de Norma. Su canto fue delicado, rico en matices y reguladores. Los dúos con Lombardi supusieron los momentos de mayor color vocal y de mayor densidad emocional.

Todo un lujo tener a Ildebrando D’Arcangelo como Oroveso. Voz imponente, cuajada, perfectamente emitida y proyectada, con una capacidad impresionante para llenar la sala. No se diga más que en el denso concertante final se le podía distinguir por encima de todos los  demás. Sabe redondear cada frase a la perfección y conseguir un sonido claro de dicción perfectamente comprensible.

El nivel artístico de la Ópera de Viena se mide también por el de los papeles secundarios, en este caso unos Anna Bondarenko (Clotilde) e Hiroshi Amako (Flavio) que en la mayoría de los teatros bien podrían abordar papeles de mayor peso.

La propuesta escénica de Cyril Teste llevaba la acción a un espacio indefinido (a veces bosque, a veces refugio) en medio del conflicto mundial de los años cuarenta. Los medios técnicos utilizados daban agilidad y variedad al espectáculo, sin caer en caprichos ni excesos, respetando siempre el argumento y la evolución de los personajes. Toda una lección de eficacia, sabiduría escénica y respeto a la  música.

Andrés Moreno Mengíbar

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