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Victoria de los Ángeles recibe el último adiós en un funeral religioso con música y cantos
Lección de estilo
Por Publicado el: 17/01/2005Categorías: En la prensa

Victoria de los ángeles , por Anson

Victoria de los ángeles . La Razón 17/01/2005

Luis María ANSON de la Real Academia Española

Tenía la voz de «extenso cuerpo sonoro». Tenía el timbre de soprano, lleno de «un registro grave de mezzo, acontraltado». Tenía la musicalidad sin tacha. Tenía terciopelo en la voz. Tenía savia escondida en la garganta, hechizo en su soledad sonora, temblor en las caricias de la entonación. Tenía el oído manantial de armonías transparentes. Tenía miel en la expresión y tenía cadencias y viento de ayer entre los dedos. Como el alquimista reduce toneladas de carbón a un diamante, Victoria de los Ángeles convirtió miles de horas de canto en una piedra preciosa.
Vino varias veces a mi despacho del ABC verdadero. No era una diva. Su sencillez me asombraba. Me recordó un día que ella empezó en la radio y que ganó un concurso en Barcelona. Le gustaba tocar la flauta dulce y desde su primera actuación en La Bohème fue siempre considerada la mejor por los mejores, empezando por Fernández Cid. En España y fuera de España derramó a manos llenas los sueños. En una reunión del patronato de la Fundación Albéniz, en la Escuela de Música Reina Sofía, que dirige lúcidamente Paloma O’Shea, me di cuenta de que los melómanos han instalado a Victoria de los Ángeles en la cúspide.
Nunca alardeó de nada. Nunca quiso provocar. Aceptó el dodecafonismo, el atonalismo, a Schönberg, a Alban Berg, a Krenek. Pero estaba por encima de modas y vanguardias. Procuraba no llamar la atención. Vivía para el canto y se enredaba en su propia voz. Consideraba la música, igual que Beethoven, como la más alta revelación de la filosofía. Los grandes, Domingo, Caballé, Carreras, reconocieron ayer en este periódico la significación de Victoria de los Ángeles en el mundo de la ópera. Fidelio, Don Juan, Los maestros cantores, Ariadna, Manon, Wherther, Fausto, Pelléas, La Forza, Butterfly, Cavallería… y Tannhäuser en Bayreuth… Victoria de los Ángeles dio voz a la gran ópera, en el Covent Garden, en la Scala, en la Ópera de París, en la Staatsoper de Viena, en el Colón de Buenos Aires… Fue la soprano predilecta de Rudolf Bing en el Metropolitan de Nueva York. Catalana y española ensalzó nuestra música en el mundo con su inolvidada interpretación de La vida breve o la Atlántida.
Se ha ido, en fin, en medio del vértigo invernal, el alma de la música, la voz suntuosa de cristal y luz, la perfección en la escena, la prudencia en la mujer, el vapor del arte. Y se escucha, se escucha ahora el lamento de los violines y se quejan los vientos madera y los vientos metal y se enturbia la percusión mientras llora la cuerda grave porque Victoria no está entre nosotros. Es ya una nostalgia inacabable.

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