Victoria para Antón
Victoria para Antón
En el Premio Tomás Luis de Victoria es norma que todo compositor propuesto para un premio lo siga siendo hasta alcanzarlo o fallecer. No se si la regla tiene mucho sentido, más que nada porque se les puede complicar a los jurados tener que elegir cuando, en vez de ser la VII edición, sea la XXV. En fin, el tiempo se encargará de corregir reglamentos. El caso es que Antón García Abril llevaba propuesto varios años y por lo tanto el premio venía rondando. Suelo encontrar porqué a las casualidades y el día 20 coincidí con el jurado desayunando en un bar y por la tarde con García Abril en un recital de un joven pianista de apenas trece años, José Ramón García Pérez, que debutaba en el ciclo de Nuevos Valores de la Fundación Mundo en Armonía y que tocó las “Lontananzas” del compositor. Es una obra también juvenil, con la que en sus tiempos cortejaba a Aurea, su esposa. Le insinué a un incrédulo Antón –tampoco tanto- lo que iba a suceder.
Y es que, al margen de que algún miembro del jurado se fuese de la lengua o pagase cincuenta euros al camarero para que estuviese al loro y luego me contase, García Abril se merecía el premio. Comentábamos durante el citado recital la poca importancia en nuestra actual sociedad del compositor y los dos estábamos de acuerdo en que, en parte, son los propios autores los que se lo han buscado. Porque algunos escriben continuamente de espaldas al público, con un arte que sólo valoran ellos mismos, mientras desprecian a quienes no lo hacen. Picaso, Dalí y otros muchos pintores dejaron claro, en algún momento de su vida, que sabían pintar y luego buscaron su propia personalidad. En música no sucede lo mismo. ¿Cuántos compositores contemporáneos han sido capaces de dejarnos una buena melodía, que nos emocione, antes de caminar por otros lenguajes? Antón García Abril lo ha hecho y lo sigue haciendo, por eso mueve envidias. Y porque ha demostrado, sin lloros, que componiendo se puede vivir bien.
También hablamos de las “cartas blancas” de la OCNE. Hasta ahora no se ha ofrecido a ningún autor español el mismo privilegio que a Henze, Benjamín o Adams. ¿Acaso García Abril, Halffter o de Pablo –alguno más también- no lo merecen?
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