Violeta Urmana: Valores de la madurez
VALORES DE LA MADUREZ
Lieder de Schubert y Strauss. Violeta Urmana, mezzosoprano. Helmut Deutsch, piano. Madrid, Teatro de la Zarzuela, 7 de noviembre de 2016. XXIII Ciclo de Lied.
Esta cantante lituana (1961) es uno de los fenómenos vocales más interesantes, atractivos y cambiantes de los últimos lustros, una voz singular y suntuosa, de timbre carnoso con ciertos reflejos eslavos, emanado de una emisión canónica, bien enmascarada, redondeada y plena, que encuentra proyección en toda la gama porque los registros están bien provistos: graves sólidos, amplios; centro exuberante, prieto; agudos contundentes. Arte para la búsqueda del claroscuro, del matiz.
Todo eso es cierto y lo hemos podido comprobar en esta nueva ocasión, pero no lo es menos que la artista ha empezado ya su declive, consecuencia del lógico desgaste de una carrera ya larga, en la que se ha pasado, en camino de ida y vuelta, de un cuerda a otra. Unas veces era mezzosoprano –como en aquellos históricos Parsifales de Bayreuth a finales de los noventa-, otras soprano –de esta guisa cantó hace unas temporadas Norma, Lady Macbeth de Verdi y Gioconda de Ponchielli en el Real-. En todo caso, es artista de raza, convincente, y lo ha demostrado. Pese a algunos agudos –sol, la, si bemol- de un metal algo raído, a ciertas durezas evidentes, al cambio tímbrico en los saltos interválicos, el caudal se conserva intacto, como la extensión.
En líneas generales ha cantado con sentido –no siempre con emoción- siete lieder de Schubert y trece de Strauss, todos ellos, algo de mucho interés, pertenecientes a la zona más oscura de la producción de estos autores. Ha sido en los bises –seis en total- donde han aparecido las piezas más conocidas, como “Geheimnis” del primero y “Cecilie” y “Zueignum” del segundo, en medio ya del delirio del bonancible público. Antes anotamos cosas de mucho mérito en la sección schubertiana: el dramático recitado en “Dem Unendlichen”, en cuyo final la voz sonó poderosa, inabarcable; la delicadeza y las medias voces de muchos momentos, como los detectados en “Atys”, en el final de “Die Sternennächte” o en “Suleika I” (en cuyo cierre evidenció destemplanzas en los forzados ataques a la zona alta). Graves rotundos y turbulencias bien resaltadas en “Waldes-Nacht”.
En la parte straussiana nos gustó mucho la sutileza de “Lob des Leidens”, la plenitud mostrada en “Nur Mut!”, los tornasoles expresivos de “Winternacht”, la bien diseñada agitación en “Wer hat’s getan”, la sensualidad con la que expuso Winterweihe, el legato general de Nachtgang, el canto exultante de “Ein Obdach gegen Sturm und Regen” y, en fin, la media voz aplicada a “Freundlich Vision”. El piano de Deutsch fue certero en el acompañamiento y en la expresión; no tanto en la digitación, relativamente emborronada en algunas ocasiones. Arturo Reverter
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