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Por Publicado el: 22/01/2018Categorías: En vivo

Virtuosismo frente a rutina en la OCNE

Virtuosismo frente a rutina en la OCNE

Obras de López López, Prokofiev y Falla. A. Steinbacher, violín. Orquesta Nacional de España. M. Romea, director. Auditorio Nacional. Madrid, 20 de enero.

Comenzó con mal píe, mejor dicho, mal hombro el concierto semanal de la OCNE. María José Montiel hubo de cancelar su intervención en la “Shéhérazade” de Ravel a causa de una operación más de aquellas a las que viene sometiéndose tras caerse en el escenario del Euskalduna durante un “Rigoletto”. Esta última operación también le impedirá acudir a Miami para un concierto con Ramón Tebar. ¿Cómo es posible que ABAO se encuentre de momento al margen de todo ello?.

El caso es que en la ONE se prefirió prescindir de Ravel y sustituirlo por el interludio y danza de “La vida breve” lo que, a tenor de lo escuchado, ha sido una decisión acertada. Se inició en concierto con “Herbe de dune” de José Manuel López López, un encargo de la OCNE de 2007,un año antes de ser nombrado director artístico del Auditorio Nacional, pero no estrenado hasta esta semana. Combina el autor, como él mismo expresa, “música pura y música basada en principios externos como poesía, pintura, naturaleza, ciencia, emociones y conflictos”. En definitiva, sonidos de nuestro tiempo, que precisan de un contraste, de un mimo y de un trabajo de los que Romea fue incapaz. Así se cumplirá el expediente, pero no se hace un favor, sino todo lo contrario, a la creación española. Me pregunto cuál fue la razón para que uno de mis colegas críticos de un periódico nacional abandonase el Auditorio tras esta obra y, en consecuencia, no vaya a escribir la crítica expresa del concierto. Siguió luego el segundo y dificilísimo concierto para violín de Prokofiev, en el que Arabella Steinbacher volvió mostrarnos su alto virtuosismo, como lo hizo también en el solo de sonata del mismo autor concedido como propina. Fue acompañada anodinamente por Miguel Romea, pero con lo positivo de dejar oír todas las notas del violín.

Tocar Falla es para la Nacional lo mismo que tocar valses de Strauss a la Filarmónica de Viena, que les sobra el director y le da igual que sea el Welser-Möst quien les dirija un Año Nuevo. Tanto las páginas de “La vida breve” como las de “El sombrero de tres picos” fueron correctamente tocadas, con mucho mezzoforte y forte a gusto del gran público, pero sin la arquitectura de tensiones que tantas veces hemos escuchado cuando al frente de ellos estaba un Frühbeck de Burgos u otros muchos.

Siempre he escrito que, para el público, un concierto es algo más que el hecho en sí. Es también lo previo (la expectación, la taquilla, aparcar, etc.) y el postconcierto (la caña, el comentario con los amigos…). Para un crítico sucede lo mismo, también existen las razones que lo motivan y tengo que admitir que, en este caso, se me plantean preguntas sin respuestas. ¿Por qué Romea es, junto a Antonio Méndez, el único director español no directamente vinculado a la orquesta -Mena, Pons- presente en las tres últimas temporadas de la OCNE? No lo justifica el peso de las agrupaciones con las que colabora, ha cosechado críticas no positivas en “La canción de la tierra” hace dos años… Pregunto y se me contesta que la orquesta lo solicita, pero que los trabajadores de una empresa pidan algo no es razón suficiente para concedérselo y me dicen también que es quien menos cobra de todos los que figuran en la programación, pero se me niega la cifra de su coste. Misterios tiene la vida. Gonzalo Alonso

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