Vivir de rentas
VIVIR DE RENTAS
Hoy día el Rentista está muy desprestigiado. En estos tiempos en los que caminamos con el cinturón apretado, viste mal comer sin trabajar, aunque sea una constante deseable para nuestro espíritu cómodo. Pero el rentista existe. Y en música no sólo existe, sino que se impone día a día, llevando a la realidad aquello de “Cría fama y échate a andar”. Podríamos establecer varios tipos.
A) Rentistas de nombre. Son aquellos que han acuñado un nombre que figura en las guías del “who is who” por algo que hicieron en el pasado y cuya referencia en el presente se ha olvidado. Uno de los más claros ejemplos fue un célebre violinista de cuyo sonido nadie se acordaba, salvo por el disco y se dedicó a dirigir, es un decir, orquestas.
B) Rentistas de título. Son los que se archivan en los ficheros como representantes inexcusables de un instrumento, casi siempre, al que engrandecen. Luego da igual que desafinen, que hagan bolos (muy bien pagados, por cierto)o que se olviden de la partitura. El público acude a ver al marqués del cello o al conde de la flauta. Lo de escuchar es secundario.
C) Rentistas del no arte. Son personas que, beneficiándose del marketing o de circunstancias personales, han acuñado un prestigio que los coloca nadie sabe dónde ni cuándo, pero ahí están. Como una conocida soprano cuya voz se dio a conocer gracias a un secuestro.
D) Rentistas de la imagen. Son aquellos artistas que se ven beneficiados por un físico agradecido, tanto en la carpeta de los discos como en los medios de comunicación. Si además son agresivos, dicen cosas raras o actúan de manera extraña, más que mejor.
E) Rentistas del apellido. En éstos encontramos dos variantes. La primera procede de “los hijos de” que tocan, dirigen o imparten todo tipo de doctrina. La segunda es de los que lucen el apellido. Vamos, resumiendo. De profesión: apellido.
F) Rentistas del cuento. Son aquéllos cuyo prestigio ascendió nadie sabe cómo ni porqué, ni debido a quién, no sabiendo cuándo. Sencillamente están ahí, sin acreditar nada, ni nombre, ni apellido, ni mérito mayor que el saber ponerse en la foto en el momento preciso. Beckmesser
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