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Por Publicado el: 01/09/2006Categorías: Crítica

Volados, un pianista apabullante

Quincena donostiarra
Volados, un pianista apabullante
Obras de Rachmaninov y Strauss. A.Volodos, piano. Orquesta Sinfónica de Euskadi. G.Varga, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 31 de agosto
Aunque la Sinfónica de Euskadi ya había intervenido en la Quincena con “El rapto en el serrallo”, ha sido en un concierto sinfónico con lo que ha celebrado sus bodas de plata con la muestra. Veinticinco años en la Quincena, que son también sus veinticinco años de vida. Con tal motivo se procedió a entregar una medalla conmemorativa.
El programa era muy exigente, abriéndose con un recuerdo a Carmelo Bernaola a través de su festivo “Fanfarria-preludio” y continuando con el tercer concierto para piano de Rachmaninov, en el que actuaba como solista Arcadi Volodos. Cziffra, Graffman, Argerich y un largo etcétera, en el que ahora se encuentra el pianista de San Petersburgo de treinta y cuatro años, marcan la senda de los supuestos o pretendientes sucesores de Horowitz. Volodos posee una técnica que tiene poco que envidiar a la de aquél. De hecho Harold Schoenberg, el fallecido crítico del New York Times, realmente opinaba que era lo más parecido que había escuchado. Volodos posee otra envidiable cualidad: su extraordinariamente segura y potente pulsación. Es una máquina de hacer notas con enormes sonoridades y fuertes contrastes dinámicos. No hay orquesta que se le resista, que le tape una nota. Su lectura del concierto de Rachmaninov resultó apabullante en todos los sentidos, aunque en el último tiempo ya se dejasen vislumbrar ocasionalmente sus problemas en cuanto a la solidez conceptual de la arquitectura musical. De ahí que Rachmaninov, Scriabin o Prokofiev resulten repertorio mucho más propicio que los Schubert o Beethoven. En cualquier caso un gran triunfo.
Triunfo también el del maestro Gilbert Varga, entusiasmado con el estreno donostiarra de la “Sinfonía Alpina” de Strauss, dirigida de memoria al igual que el Rachmaninov. La obra supone un reto para cualquier agrupación, que en este caso era doble por cuanto hacía un par de días que la Sinfónica de Londres había dejado muy altas las cuotas en sendos conciertos. La de Euskadi consiguió salir dignamente de la comparación, lo que no es poco. Vargas realizó una lectura ágil y ponderada tanto en el discurso global como en los detalles. Supuso una idea muy acertada la introducción en pantalla de los textos de los episodios de ascensión y descenso. El público, que se adelantó en el aplauso, no regateó éste y Minkowski fue un sobresaliente oyente, también satisfecho. Gonzalo Alonso

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