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Por Publicado el: 10/01/2019Categorías: En vivo

Crítica: Volodos, Celibidache al piano

Arkadi-Volodos-piano

Arkadi Volodos

Volodos, Celibidache al piano

Obras de Schubert, Rachmaninov y Scriabin. Arkadi Volodos, piano, Auditorio Nacional. Madrid, 8 de enero de 2019.

Arkadi Volodos (San Petersburgo, 1972) abrió el presente ciclo de “Grandes intérpretes” de la Fundación Scherzo. Un ciclo que presenta una programación realmente atractiva, con Pollini, Sokolov, Queffélec, Perianes, Colom, Buniatishvili, Rana y Argerich con la Kamerata Baltica. Un ciclo así debería tener vendidos todos sus abonos, como sucedía hace años y, sin embargo, no es así y ni siquiera todo un Volodos alcanzó a llenar el Auditorio. ¿Demasiada música en Madrid? ¿problemas con los precios? … Realmente merece una reflexión. Probablemente, a pesar de los más de seis millones de habitantes en Madrid, la cifra de aficionados es muy inferior y estos han de elegir dentro de una oferta sinfónica como pocas capitales europeas ofrecen. Aspectos positivos del público de este ciclo siguen siendo su media de edad inferior a la de otros, así como el respeto con el que se escucha la música.

Volodos dedicó la primera parte a Schubert, un compositor que le es muy querido y del que no para de hablar. Tanta devoción es a veces contraproducente si se traduce en una tendencia a la investigación, a buscar o profundizar demasiado y esto es algo que se vivió tanto en la muy juvenil “Sonata en mi mayor D 157” como en los ya tardíos “Momentos musicales op.94 D 780”. Tanta dinámica extrema, interiorización y lentitud hizo que prácticamente desapareciese el nostálgico vals del “andante” de la citada sonata, convertido en una especie de “adagio” lentísimo. Casi otro tanto acaeció en los “Momentos” y hasta en el popular “allegro moderato” se interrumpía el discurso musical. Celibidache alargaba sus lecturas hasta el infinito, pero pocas veces se le caía la música. De aquí que la reacción del público no fuese tan entusiasta.

Las cosas tomaron otro rumbo en Rachmaninov y Scriabin, más dados a los contrastes dinámicos y a la exhibición virtuosística. Volodos posee un sonido imponente tanto en los impactantes fortes como en los etéreos pianos, además de una técnica de primer nivel. Así pudimos disfrutar de la poesía del “Preludio n.10 Op.32” y nos llegaron perfectamente los aires españoles dela “Serenade Op.3 n.5”, que ya provocaron en la audiencia los primeros vítores, que habrían de seguir en las seis pequeñas piezas de Scriabin, coronadas por una lectura admirable de la más larga y compleja “Vers la fiamme”, en donde Volodos expresó al piano toda la orquestación que encierra este poema. Luego, entre aclamaciones, más propinas en un recital hecho a base de ellas. Gonzalo Alonso

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