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Por Publicado el: 01/03/2005Categorías: Crítica

Voz para una exposición

XI Ciclo de lied
Voz para una exposición
Obras de Wagner, Strauss, Polenc y Rachmaninov. Violeta Urmana, soprano y Jan Philip Schulze, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 28 de febrero.
Violeta Urmana es una de las cantantes con mayor proyección internacional. Una de las cantantes actuales con repertorio más extremo, tanto que va de la Adalgisa de “Norma” –interpretada en Sevilla- a la Kundry de “Parsifal”, de la propia Norma a la Eboli de “Don Carlo”. Estamos, y quedó muy claro en su presentación en la Zarzuela, ante una voz potente, bien timbrada, sin vibratos molestos, con graves suficientes, segura en el registro agudo aunque en determinados momentos parezca tragársela. Pero no estamos ante una cantante sutil, capaz de internarse en el mundo de la poesía musical.
Decía Juan Diego Flórez en una reciente entrevista para la revista “Ritmo” que “el cantante de ópera rara vez es un buen cantante de lieder, ya que el cantante de ópera acostumbra a expandir la voz en un teatro grande, y los liederistas sin embargo tratan de concentrarla, de hacerla sonar más íntima; compaginar ambos estilos es muy complicado”. Tenía toda la razón y Urmana es vivo ejemplo de ello. La voz es excesiva para el mundo de lied por mucho que, cuando no se le olvida, la intente recoger. Este mundo precisa de una sutileza que no hace falta para el “Suicidio” de “Gioconda” –formidable propina-.
Pocos cantantes poseen o se dejan aconsejar por un buen asesor en tema de elección de programas. La gran Christa Ludwig solía proponer programas bastante aburridos. El escogido por Urmana distaba mucho de ser el ideal para ella y Poulenc no le puede ser más lejano. Tampoco parece lógico abrir boca con los “Wesendonk-lieder” de Wagner, obra de las más adecuadas del programa. Tanto es así que su interpretación quedó empañada por falta de compenetración entre voz y piano. Sus Strauss pasaron sin pena ni gloria, con la misma falta de unidad en la “Dedicatoria”, para terminar con unas temperamentales canciones de Rachmaninov entre las que sobresalió “Disonancia”.
Tras el citado “Suicidio” nos regaló –y es de agradecer la intención- las “Coplas de Curro Dulce” de Obradors. Éstas o la “Vocalise” de Rachmaninov habrían sido interpretadas de forma muy diferente por una soprano como Victoria de los Ángeles. Es la diferencia entre ópera y lied. Gonzalo ALONSO

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