WERTHER EN EL GABINETE DEL DR. CALIGARI
WERTHER EN EL GABINETE DEL DR. CALIGARI
MASSENET: Werther. José Bros, Sophie Koch, Albert Ódena, Jean-Philippe Laffont, Auxiliadora Toledano. Dirección de escena: Willie Decker. Escenografía: Alexander Polzin. Pequeños Cantores y Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: Emmanuel Villaume. Teatro Real, 19 marzo
Era esta la última producción diseñada por Antonio Moral en su hégira, y acaso represente tiempos que no han de volver, sobre todo en cuanto a la presencia de cantantes españoles, reducidos al mínimo en la temporada venidera del Teatro Real.
Willy Decker es un formidable escenógrafo, y el expresionismo es su fuerte: sus producciones de “Moisés y Aarón” de Schönberg, de “Wozzeck” de Berg, de “La ciudad muerta” de Korngold –vista en el Real en 2010-, del “Doktor Faust” de Busoni –recreada en el Maestranza de Sevilla-, de “Salome” –también contemplada en Sevilla- o de “Elektra” de Richard Strauss-, revelan a un dramaturgo serio, brillante, conceptualmente profundo y geométricamente revolucionario, pero el “Werther” de Massenet (1892) tiene poco que ver con las inquietudes de este artista. Su sobriedad espartana aquí se convierte en frialdad hierática, con un único decorado, de gran puerta corredera, cinco sillas y un supuesto horizonte que vale para todo. Cuando el protagonista alaba la belleza de los árboles, la fuente y las flores del jardín de la casa dirigiéndose a las cinco sillas, algo chirría entre palabra y acción. Hay momentos de impacto a través de las luces, y otros que orillan el absurdo, como los movimientos infantiloides de la pobre Sophie (estupenda Auxiliadora Toledano), convertida en una saltona descerebrada, y la búsqueda de Werther por Charlotte en medio algo que parece nieve, con Sophie Koch (también notable en su trabajo) errabunda de un lado a otro del decorado.
José Bros, uno de los pocos tenores que en este papel pueden seguir la estela de Alfredo Kraus, no estuvo a gusto en esta puesta en escena, y de él cabe esperar mucho más en funciones venideras, cuando se adapte a este “Werther” que parece escapado de “El gabinete del Dr. Caligari” de Robert Wiene. Dígase lo mismo de Ángel Ódena, sólo justo y competente, que tampoco dio sensación de disfrutar en el montaje. La Sinfónica de Madrid, como de costumbre, actuó con la solvencia que le es propia, y Emmanuel Villaume a su frente –que ya hizo aquí “Cuentos de Hoffmann”- volvió a demostrar que es tan eficaz como soso. Los mimbres eran buenos, pero no siempre adecuados para el cometido. El público estuvo cortés, con entusiasmo perfectamente narrable, y abucheó innecesariamente a Decker: se trata de un artista sobresaliente, pero esta no era su obra. José Luis Pérez de Arteaga
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