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Por Publicado el: 24/07/2012Categorías: Crítica

WOZZECK (A. BERG) Nationaltheater de Munich

WOZZECK (A. BERG)

Nationaltheater de Munich. 22 Julio 2012.

Vuelvo de nuevo a Munich para disfrutar de una semana de programación operística variada, tras la experiencia del Anillo del Nibelungo de la semana anterior. El menú ha comenzado con el Wozzeck de Alban Berg, ópera bastante poco habitual en nuestro país, ya que únicamente recuerdo que se haya representado en los últimos 20 años en Madrid y Barcelona. La representación en Munich ha sido un éxito, poniendo en evidencia la madurez del público. Me cuesta mucho creer que en cualquier teatro español la reacción del público hubiera sido tan entusiasta como la vivida aquí.

La producción ofrecida lleva la firma de Andreas Kriegenburg y es una colaboración de la Bayerische Staatsoper y el New National Theatre de  Tokio, habiendo visto la luz en Noviembre de 2008. Desde entonces se ha repuesto en Munich casi todos los años con éxito de crítica y público. La producción resulta muy interesante y atractiva. La escenografía de Harald B. Thor tiene dos niveles distintos. Por un lado, está un cubo cerrado, con paredes que rezuman humedad, que es donde se desarrollan las escenas más intimistas, sirviendo, por tanto,  de casa de Wozzeck y  para las escenas del soldado con el capitán y el doctor. Debajo está el escenario propiamente dicho, con abundante agua y donde se desarrollan las escenas de exteriores.  El cubo mencionado se mueve a voluntad de la regía, aunque siempre está presente. Como ya ocurriera en la Tetralogía, Kriegenburg pone en escena numerosos figurantes, todos vestidos con trajes negros, que son quienes mueven la acción y representan un submundo de seres oprimidos, que van en busca de los desechos que se les ofrecen de vez en cuando.  Todos los personajes, con excepción de Wozzeck, Marie y el niño, son auténticamente fantasmagóricos,  con las caras pintadas, destacando en este sentido el Doctor, que luce unas piernas articuladas, y el Capitán, convertido en un personaje gordo y fofo. La labor de Andrea Schraad como figurinista es notable. Hay que destacar también la labor de iluminación de Stefan Bolliger.

El espectáculo teatral es muy bueno, con una muy cuidada dirección de actores, narrando muy bien la historia. Kriegenburg define muy bien a todos los personajes y su trabajo resulta más que notable. Particularmente destacable es el juego que obtiene del niño, que tiene un gran protagonismo en esta producción.

Desde el estreno de esta producción Kent Nagano ha estado a cargo de la dirección musical, pero ya hace dos años cedió la batuta al alemán Lothar Koenigs, que es quien la ha dirigido en esta oportunidad. No es Wozzeck una ópera fácil de dirigir, siendo necesario un maestro de primera línea. Eso se ha conseguido plenamente en Munich y pocos peros se le pueden poner a la lectura de Koenigs, que ha sido francamente buena. A sus órdenes estuvo una estupenda Bayerisches Staatsorchester, así como un muy adecuado Chor und Kinderchor der Bayerischen Staatsoper.

El personaje de Wozzeck ha sido siempre interpretado en Muncih en esta producción por Michael Volle, siendo la excepción la ocasión que ahora nos ocupa, en la que este desgraciado personaje ha sido interpretado por Simon Keenlyside. De antemano tenía muchas dudas sobre la adecuación del barítono inglés al personaje de Wozzeck, ya que podía quedar corto de peso vocal, pero no ha sido así,  y Keenlyside ha ofrecido una estupenda interpretación vocal y escénica de Wozzeck. Keenlyside es un gran artista y lo ha demostrado nuevamente.

Waltraud Meier ha tomado el relevo en la parte de Marie a Michaela Schuster y Angela Denoke, quienes le dieron vida en anteriores ocasiones. El trabajo de esa gran artista que es Waltraud Meier ha sido plenamente convincente en todos os sentidos.

Hay que destacar en términos encomiásticos la actuación de Alexander Lakatar como el hijo de Marie, con un protagonismo importante y muy bien resuelto.

El tenor Roman Sadnik dio vida al Tambor Mayor y su actuación fue más convincente en términos escénicos que vocales. Muy buenas las actuaciones escénicas de Wolfgang Schmidt (Capitán) y Clive Bayley (Doctor), que cumplen bien en términos vocales.

Los personajes secundarios estuvieron bien cubiertos. Eran Kevin Conners (Andres), Kenneth Robertson (el loco), Heike Grötzinger (Margret)  y los dos aprendices, interpretados por Christoph Stephinger Francesco Petrozzi.

El teatro ofrecía un lleno aparente, con algunos aislados huecos. La reacción del público fue de entusiasmo, dedicando bravos y pataleo a Waltraud Meier y  Simon Keenlyside. Se aplaudió mucho también a Lothar Koenigs y la orquesta.

La representación comenzó con 7 minutos de retraso y tuvo una duración total de 1 hora y 36 minutos, incluyendo dos breves paradas de 3 minutos en total. Los entusiastas aplausos finales se prolongaron durante nada menos que 10 minutos.

El precio de la butaca más cara era de 132 euros, habiendo localidades en platea desde 74 euros. En los pisos superiores  los precios iban de 95 a 30 euros. José M. Irurzun  

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