Yannick Nézet-Séguin, un director con futuro
Ciclo Ibermúsica
Un director con futuro
Obras de Mozart, Mahler, Ravel y Berlioz. S.Jackiw, violín- R.Yongjae O´Neal, viola. S.Connolly, contralto. T.Spence, tenor. A.C.Antonacci, mezzo. Orquesta Filarmónica de Londres. Y.Nézet-Séguin, director. Auditorio Nacional. Madrid, 21 y 22 de febrero.
Yannick Nézet-Séguin (Montreal, 1975) no era una novedad para quien escribe, pues le escuchó recientemente “Carmen” en el Metropolitan, pero si ha supuesto una revelación mucho más allá de lo que aquellas representaciones hicieron preveer. Se trata de un joven en carrera meteórica, que tomará posesión como titular de la Orquesta de Filadelfia en la temporada s012-13 tras debutar con ella hace tan sólo un par de años.
De su carácter vital dejó muestra en una lectura muy animada de la “Sinfonía concertante para violín y viola” de Mozart en la que los muy jóvenes Stefan Jackiw y Richard Yongjae O´Neell lucieron cualidades de interés. Su impetuosidad quedó patente en una “Canción de la tierra” mahleriana cuyo sonido orquestal, desmesurado por momentos, hizo inaudible al tenor Toby Spence, en parte poco conveniente para sus características. Casi otro tanto sucedió con la contralto Sarah Connolly, de muy agradable timbre, si bien “La despedida” fue de largo lo mejor interpretado de la obra, brillando su serena belleza.
En “Ma mère l’oye” de Ravel lució el revés de la moneda, una moderación y un cuidado del detalle que no podía presagiarse a tenor de las características ya citadas y fue en la “Sinfonía fantástica” donde se aunó todo lo anterior. Desde el primer movimiento se respiró la grandeza de una lectura personal que realiza sin partitura. La seguridad y la técnica son excepcionales, los gestos no dejan de ser precisos por muy amplios y entusiastas que parezcan. Revela detalles que pasan inadvertidos la mayoría de las veces y conjuga milimétricamente un enorme poderío sonoro con una claridad y transparencia que jamás se pierden. Su visión, con frases pensadas siempre en función de la teatralidad global y de una inteligentísima regulación dinámica, mantienen al espectador permanentemente en tensión. Estas versiones precisan ineludiblemente de una gran orquesta y la Filarmónica de Londres tocó como en sus mejores días, con unas maderas respondiendo a las tremendas exigencias de la batuta y con una cuerda grave a la que daba gusto oír en su rotundidad. ¿Qué habrá sido el pasado noviembre con la Filarmónica de Berlín? El público, extasiado con razón, no se levantaba de sus asientos. Yannick Nézet-Séguin, un nombre que se nos hará familiar. Gonzalo Alonso
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