Christian Zacharias: “Me estimula trabajar con los jóvenes”
- En España podemos encontrar músicos de gran nivel.
- Con la orquesta no pienso sólo que voy a ofrecer. También qué quiero exigir.
- En ópera me limito a diez títulos, incluso menos.
- Me resulta casi imposible hacer Mozart con otro director.
Christian Zacharias (Tamshedpur, 1950) se expresa cómodo en la lengua de Cervantes. Y es que, desde que hace cuatro décadas conoció España, este músico total alemán nacido por azar en India que ahora reside en Inglaterra, dispensa trato especial a nuestro país. Reservando huecos generosos en su agenda para mostrarse en algún punto de nuestra geografía en cualquiera de sus facetas. Pero son pocas las oportunidades, como ocurrirá en junio, en las que en el mismo mes se le puede ver expresándose en tres de sus posibilidades. El arranque será centrando el ciclo Contrapunto del CNDM donde, después de haberse sumado a La Ritirata el pasado abril, los días 1 y 3 regresa para sendos programas con el Cuarteto de Leipzig. El mes lo cerrará con dos conciertos al frente de la JONDE (27 poniendo punto final a Contrapunto y 28 en el Festival de Granada). Por medio, el Zacharias solista ofrecerá (día 20) un recital en el Auditorio de Zaragoza.
P. Hace quince años, cuando sólo llevaba diez en su aventura con la batuta, no se atrevía a comparar la calidad de su trabajo al piano con la del director. ¿Tampoco ahora, cuando se cumplen sus bodas de plata en el podium?
R. Es difícil hacerlo cuando tienes un nivel como el que he llegado a alcanzar como pianista. Al principio está claro que la distancia entre una actividad y otra eran más perceptibles, porque las cosas no suceden por milagro. Después de este tiempo me resisto a hacer comparaciones entre el Zacharias pianista y el director. Prefiero comparar el nivel de mi trabajo en el podium con el de otros directores.
P. ¿Qué puede ofrecer a una orquesta a partir de su experiencia como solista?
R. No puedo decir nada en concreto, porque son cosas totalmente distintas. Cuando trabajo con una orquesta no me pongo a pensar sólo que les voy a ofrecer. También está el qué les quiero exigir. Al final, es un intercambio. Lo importante es si consigues cambiar el sonido; si el resultado final de ese trabajo conjunto refleja el 90 ó el 95 por ciento de la versión que yo quería hacer. Como director tienes que conseguir todo eso sin una sola nota de tu música. La segunda de Bruckner que hicimos en Valladolid, era exactamente la que yo quería escuchar. Eso es totalmente distinto a cuando me siento frente al piano como solista. En ese caso, empiezo a tocar, los músicos escuchan, se identifican contigo cuando te llega la inspiración … y es más fácil hacer la música juntos. La satisfacción tiene más que ver con lo que ocurre con la gran música de cámara.
P. Pero usted es consciente de que a las orquestas les puede aportar un estilo y un modo de tocar
R. Lo que pretendo es conseguir un equilibrio y mejorar todos los puntos del espectro orquestal en los que quiero trabajar. El cómo es algo que me cuesta describir. La mejor manera de comprobarlo es venir a un ensayo y escuchar como se va desarrollando el trabajo con los músicos, comparando los resultados del primer día, el segundo y el tercero. Eso es lo más fácil
P. Para ver la evolución
R. Mejor, para escucharla. El único sentido importante en este caso yo diría que es el oído.
P. ¿Cuál fue la primera orquesta española que dirigió?
R. Posiblemente la de Granada
P. ¿Cuántas le faltan?
R. No lo se, porque en España hay ahora algo así como un mundo de orquestas, algunas de las cuales tampoco me interesa dirigir. Pero pienso que lo he hecho con las diez o doce mejores. Desde la de Galicia en Coruña o la Orquesta Nacional de España, a las de Tenerife, Barcelona, con la que estuve involucrado mucho tiempo para el Festival Mozart… En España estoy dos o tres veces al año, pero tengo que dirigir también en Francia, en Alemania, en Suecia o en Estados Unidos. Y hay tantas buenas orquestas que no tengo fechas suficientes para dirigirlas todas.
P. En España ¿Tiene su favorita?
R. Hay algunas con las que me resulta un placer trabajar. Como la Sinfónica de Galicia en Coruña, con la que disfruto cada vez que vuelvo. Conozco a los músicos, que es algo importante. Siempre me digo ¡este es el nivel que me gusta!. Diría que hasta ahora era mi preferida. Pero las cosas van cambiando, y me sorprende ver la calidad de los jóvenes músicos de otras como la de Castilla León. Las cosas cambian y en España más radicalmente que en otros países. Cuando empecé a trabajar aquí como pianista a mediados de los años 70, el nivel era catastrófico en casi todo lo que tenía que ver con la música. Me acuerdo que una vez, cuando tuve que tocar en una pequeña sala de Sevilla, el piano llegó cargado a lomos de caballos y de burros. Todo eso ha cambiado, y en España podemos encontrar músicos de gran nivel. No sólo los conocidos metales de la región valenciana. También podemos hablar cada vez más de otras familias de instrumentos, desde las maderas a violinistas o chelistas, como he podido comprobar haciendo música de cámara. Esa es la gran diferencia que he podido notar en España.
P. Mencionaba una Sexta de Bruckner que recientementa hacía en Valladolid y Santiago. ¿Ha rematado la integral sinfónica de ese compositor, que se marcaba como objetivo?
R. Todavía no. Pero ya he dirigido siete de las nueve sinfonías. No sé si lo conseguiré alguna vez. Porque lo cierto es que cuando viajo, los de Bruckner siempre se cuentan entre mis programas preferidos. Aun así, aun me quedan pendientes la primera y la octava.
P. Resérvelas para España
R. No soy yo quien decide. El interés tiene que partir de quien invita. Lo que me piden, es lo que hago
P. La relación que mantiene con las orquestas podríamos calificarla de infielmente estable ¿No se decide a apostar por una fija?.
R. En la de Cámara de Lausanne estuve 13 años como titular, y terminamos. Pero vuelvo el año que viene como invitado. Y más o menos lo mismo ocurre con la de Göteborg, donde he figurado una década como Primer Director Invitado y me siguen invitando con frecuencia para volver a dirigirles. Hemos establecido una relación firme, similar a la que mantengo con la de Saint Paul en Estados Unidos donde existe una relación de estabilidad. Con título o sin él, es casi lo mismo. Pero es que no sé si quiero un título de director artístico de una gran orquesta sinfónica, pensando en obligarme a la presencia de trece o catorce semanas al año. Eso sin pensar la dedicación que exige la burocracia. Visto así, prefiero la libertad.
P. Respecto a la de Göteborg, ¿Ha notado cambios en la orquesta después del paso de una joven batuta como la de Dudamel?
R. Es muy difícil comprobarlo. Hay veces en que eso ocurre, dependiendo de la orquesta o del director; tanto si es joven como si no. Recuerdo lo que sucedió, y no tiene nada que ver con Dudamel, cuando Pappano empezó en Roma con la Accademia di Santa Cecilia. La orquesta cambió radicalmente. Dos o tres años después de su llegada dije ¡ahá!. El trabajo con Pappano ha transformado la orquesta. En el caso de Göteborg, donde fui primeramente invitado todavía con Neeme Järvi, después con Venzago, luego con Dudamel, ahora con Nagano… Los cambios en este tiempo han sido mínimos, porque el carácter, la calidad inherente a la orquesta, es muy fuerte.
P. Por seguir con las generaciones emergentes ¿Cómo se siente un pianista de larga carrera como usted con los nuevos directores?
R. El problema, que no es tal, es que hago un concierto al año con otro director. En algunas temporadas ninguno. Así que no puedo decir cómo me encuentro cuando son otros los que me dirigen. Para mi es muy difícil, casi imposible, hacer un Mozart con otro director. Me puede resultar más fácil si se trata por ejemplo de Brahms, y en esos casos, con los que he tocado han sido por lo general viejos amigos. La primera vez este año fue con Juanjo Mena en Madrid, y afortunadamente funcionó.
P. Para el ciclo Contrapunto estará primero con el Cuarteto de Leipzig y después en un concierto sinfónico con la JONDE ¿La había dirigido antes?
R. Trabajamos juntos en el Festival de Cuenca, haciendo un programa Schubert, con la Sinfonía Incompleta y la Misa en si bemol mayor.
P. ¿Se sintió cómodo con ellos?
R. Para mi es muy importante trabajar con los jóvenes. Me estimula. Lo hago tres o cuatro veces al año con alguna universidad o en algún conservatorio, como la Academia de Schleswig Holstein en Alemania, o la cita que tengo pendiente con los jóvenes músicos de la Filarmonica de Berlín. Esta es una actividad que quiero potenciar cada vez más con los jóvenes, y en la JONDE hay músicos estupendos. Como decía, en las nuevas generaciones de españoles hay músicos magníficos, que no sólo detecto aquí. Hice el año pasado una sexta de Bruckner con la Orquesta de Zurich y casi la mitad de la madera eran de España
P. Relacionándosele con clásicos y románticos, choca en el programa con la JONDE para el CNDM y Granada una obra de Widmann y en los de cámara haya obras de Reinmann y Rihm
R. Esa es precisamente la idea para Contrapunto de Antonio Moral, con quien hice alguna cosa similar en el pasado reuniendo a Schönberg con Schubert, por ejemplo. Esas ideas le gustan. Esta vez hemos pensado en música exclusivamente de compositores alemanes, no austriacos, incluído uno de hoy, y concretamente Widmann me gusta, porque me siento cómodo con su música. En cuanto a los programas de cámara, mi presencia en ellos es como invitado para interpretar la parte del piano en los Quintetos de Schumann y Brahms.
P. ¿Cómo se siente en general con los contemporáneos?
R. Depende. No puedo hablar en términos generales. Puedo decir: este me gusta o aquel puedo entenderlo. Hace algunas semanas toqué una obra de un joven compositor francés y puedo decir que es una música que me va como pianista y que posiblemente la tocaré más veces. Pero la lengua que utilizo más es la lengua clásica, siguiendo la línea del trabajo que he venido haciendo a lo largo de tantos años.
P. ¿Se encuentra cómodo dirigiendo ópera, una de las actividades que más tarde ha incorporado a las suyas? ¿Cómo se lleva con los directores escénicos?
R. Ese podría ser un problema, porque si el trabajo escénico no me convence, me resulta muy difícil dirigir. Porque no me considero un fanático de la ópera. Otra cosa es si el sobreintendente de un teatro me invita a dirigir unas Bodas de Fígaro … pues las hago. Pero en este terreno me limito a una lista de diez títulos, incluso menos..
P. Lo curioso es ver entre ellos La Belle Helène, de Offenbach
R. Y fue una experiencia fantástica, como también lo fue la de Las alegres comadres de Windsor de Otto Nicolai, que dirigí el año pasado, con una música increíble. Disfruté mucho, porque también la producción era excelente. Lo más problemático para mi respecto a la ópera es el tiempo. En el caso de la ópera de Nicolai empezamos a ensayar en los primeros días de enero y el estreno era cinco semanas más tarde. Cuando lo piensas, te das cuenta de que le has dedicado más de un mes sólo a la preparación. Así que acabo por concluir que eso no es para mi. En ese tiempo podría haber hecho tres o cuatro programas distintos con orquesta, además de recitales, música de cámara… Como aventuras puntuales está bien, pero en el futuro, como decía, me apunto a una experiencia al año si se trata de una ópera muy interesante o un título que me atraiga mucho porque despierte mi curiosidad.
P. ¿Con qué título podrían convencerle?
R. Hay otra opereta que me gusta mucho, que es Fledermaus, por ejemplo. Tampoco le pondría mala cara a Fidelio, por probar. Aun así, hay óperas que pueden encajar con mis ideas, pero no se si finalmente las haría.
P. ¿Le han invitado a hacerlo en España?
R. Cuando Antonio Moral estaba en el Teatro Real lo hizo, pero por problemas de fechas tuve que decir no. Pero es que claro ¡a ver cómo encontraba seis semanas libres en mi agenda!.
P. ¿A qué no sabría negarse para debutar en España operísticamente?
R. Estamos en este momento en negociaciones, y en ese caso podría ser tal vez una zarzuela. Si Antonio (Moral) continúa tentándome, tal vez sería un programa reuniendo dos obras cortas del género. Sería una aventura más en mi historial. Una de ellas, podría ser La verbena de la Paloma
P. Un título que fascinaba a Peter Brook
R. En el caso de que él se animase a firmar la producción, seguro que yo aceptaría dirigirla (risas).
Juan Antonio Llorente
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